La escasez de agua es uno de los desafíos más urgentes de nuestra sociedad. Factores como el crecimiento de la población, el cambio climático y la sobreexplotación de los recursos hídricos están agravando esta crisis, afectando a más del 38% de la población y al 29% del territorio europeo, con un impacto económico anual de unos 9.000 millones de euros. Para hacer frente a esta situación, una de las soluciones más viables es la reutilización del agua, ya que permite reducir la presión sobre las fuentes tradicionales. El agua regenerada es aquella que ha sido tratada y purificada a partir de aguas residuales para su reutilización en actividades como la agricultura, la industria o el riego de parques y jardines. Aunque no es apta para el consumo humano, los tratamientos avanzados de desinfección eliminan la mayoría de los contaminantes químicos y microbiológicos, convirtiéndola en una alternativa sostenible, especialmente en regiones con escasez de agua.
Ante esta problemática, la Unión Europea está promoviendo el uso de agua regenerada. Esto significa reutilizar agua tratada para el riego de cultivos, una estrategia clave para conservar los recursos hídricos. Sin embargo, su uso ha generado preocupaciones sobre su seguridad microbiológica, ya que, si no se trata adecuadamente, podría contener microorganismos que lleguen a los cultivos y, en última instancia, a los alimentos que consumimos. Para minimizar estos riesgos, España ha desarrollado normativas alineadas con las regulaciones de la Unión Europea, como el Real Decreto 1085/2024, que establece requisitos de calidad para el agua regenerada utilizada en la agricultura. Esta normativa exige que el agua regenerada cumpla con estándares de calidad según el tipo de cultivo al que se destine. Con ello, se busca proteger tanto la salud de las personas como el equilibrio del medio ambiente.
Cultivo de espinaca regada con agua regenerada
Uno de los mayores desafíos del uso de agua regenerada es el papel que juegan las estaciones depuradoras de aguas residuales en la propagación de bacterias y genes resistentes a los antibióticos. Estas instalaciones reciben aguas contaminadas con restos de antibióticos procedentes de hogares, hospitales, industrias y explotaciones ganaderas. Como consecuencia, pueden convertirse en focos de dispersión de bacterias resistentes y de los genes que les confieren esta resistencia, liberándolos al medio ambiente. En las estaciones depuradoras, los antibióticos están presentes en concentraciones muy bajas, lo que crea un entorno ideal para que sobrevivan las bacterias más resistentes y transmitan su resistencia a otras especies. Aunque estos sistemas de tratamiento eliminan una gran cantidad de microorganismos, no consiguen erradicar por completo los genes de resistencia a los antibióticos. Esto podría suponer un riesgo cuando el agua regenerada se emplea para el riego agrícola, ya que estos genes pueden acabar en los cultivos, ingresar en la cadena alimentaria y representar un peligro para la salud humana.
Ante estos nuevos riesgos, la comunidad científica ha intensificado sus estudios para entender mejor cómo el uso de agua regenerada en la agricultura puede influir en la propagación de bacterias resistentes a los antibióticos. Actualmente, las investigaciones no solo analizan la presencia de estas bacterias en el agua, sino también el resistoma, es decir, el conjunto de genes de resistencia a los antibióticos, y otros elementos genéticos, como los plásmidos, que facilitan la transferencia de estos genes entre distintas especies de microorganismos. El objetivo es comprender cómo estas bacterias y sus genes se propagan en el agua regenerada y cuál es su impacto en los cultivos, ya que esto es clave para garantizar una agricultura segura y sostenible.
En este contexto, diversos estudios científicos han analizado cómo el riego con agua regenerada puede influir en la transferencia de genes de resistencia a los cultivos. Experimentos realizados en cámaras de cultivo bajo condiciones controladas regaron plántulas de lechuga durante todo su ciclo de crecimiento con agua regenerada que contenía diferentes niveles de estos genes. Los resultados mostraron que la calidad del agua tiene un impacto directo: cuando el agua tenía una mayor cantidad de genes de resistencia, las plantas los absorbían y retenían; en cambio, con agua mejor tratada, la presencia de estos genes era mínima o indetectable. A pesar de estos hallazgos, aún quedan muchas incógnitas. Por ejemplo, no se sabe con certeza hasta qué punto factores como el clima o las prácticas agrícolas pueden influir en la propagación de estos genes en los cultivos.
Esquema de diseminación de antimicrobianos, bacterias y genes resistentes a través del riego. Bacterias resistentes a antibióticos (ARB) y Genes de resistencia a antibióticos (ARG). REssitoma.
Para que el agua regenerada sea segura para el riego, es clave aplicar tratamientos de desinfección eficaces. Métodos como la cloración, la luz ultravioleta, el ácido peracético y el ozono ayudan a eliminar microorganismos en las plantas de tratamiento de aguas residuales. Sin embargo, estos procesos no logran eliminar por completo los genes de resistencia. Por eso, es fundamental seguir investigando y desarrollar tecnologías más avanzadas que reduzcan de manera efectiva la presencia de estos genes en el agua regenerada, garantizando así su uso seguro en la agricultura.
A medida que avanzan las investigaciones, queda claro que la reutilización del agua debe abordarse de forma integral. Para garantizar su seguridad y sostenibilidad, es fundamental combinar tecnologías avanzadas de tratamiento, una monitorización constante de su calidad y buenas prácticas agrícolas. Además, adoptar el enfoque “One Health” es clave, ya que este concepto reconoce la estrecha conexión entre la salud humana, animal y ambiental. Solo a través de una gestión responsable del agua regenerada se podrán minimizar los riesgos y aprovechar al máximo sus beneficios, asegurando su uso seguro en la agricultura y otros sectores.
Aunque el desafío es grande, también lo es la oportunidad. Si se invierte en el desarrollo de nuevas tecnologías y en una regulación adecuada, la reutilización del agua puede convertirse en una herramienta esencial para hacer frente a la crisis hídrica y garantizar un acceso más sostenible a este recurso. Apostar por soluciones seguras y eficientes no solo beneficiará al medio ambiente, sino que también ayudará a proteger la seguridad alimentaria y la salud pública. Para lograrlo, será fundamental la colaboración entre científicos, agricultores, industrias y organismos reguladores. Solo con un trabajo conjunto y una gestión adecuada podremos aprovechar todo el potencial del agua regenerada sin comprometer el bienestar de la sociedad. El reto es enorme, pero el futuro del agua regenerada es esperanzado.