El suelo es una estructura compleja que está compuesta por minerales, materia orgánica, organismos vivos, agua y aire. Estos componentes interactúan entre sí y, en el caso de los suelos sanos, proporcionan servicios y funciones ecosistémicas esenciales para la sociedad, como el ciclo de agua y nutrientes y la producción agrícola. Muchos de los organismos que habitan el suelo dependen exclusivamente de la fracción acuosa del mismo, lo que los cataloga como organismos acuáticos. Entre estos destacamos a los nematodos del suelo.
Los nematodos son animales pluricelulares de cuerpo filiforme y no segmentado. A pesar de su aparente simplicidad, son organismos muy complejos y completos, ya que poseen un sistema digestivo, un sistema reproductor y órganos sensoriales que les permiten interactuar con su entorno. Estos animales han colonizado prácticamente todos los hábitats del planeta, aunque en este texto nos centraremos exclusivamente en los que viven en el suelo.
Entre los nematodos que habitan en el suelo se encuentran representantes de todos los hábitos alimenticios: bacterívoros, fungívoros, herbívoros, omnívoros y depredadores. En concreto, dentro de los nematodos herbívoros existen especies fitoparásitas, como Meloidogyne, capaces de causar daños significativos a los cultivos cuando sus poblaciones alcanzan un número elevado. El control de estas especies patógenas representa un gran desafío para la agricultura, ya que, una vez introducidas en el sistema agrícola, resulta muy difícil reducir su número. Además, los productos químicos disponibles para su manejo son muy limitados debido al alto riesgo ambiental y humano asociado a su uso. No obstante, estos nematodos cuentan con enemigos naturales, como otros nematodos, ácaros y hongos especializados. Estos últimos, conocidos como hongos nematófagos, se alimentan de nematodos y pueden desempeñar un papel importante en el manejo biológico de sus poblaciones.
Los hongos nematófagos pueden alimentarse exclusivamente de nematodos o tener modos de vida alternativos como endófitos de plantas o saprófitos y ser solo depredadores de nematodos en casos puntuales. Según su modo de acción clasificamos a los hongos nematófagos en los siguientes grupos:
- Formadores de trampas: modifican su micelio para formar estructuras específicas para la captura de nematodos. Estas trampas atrapan al nematodo, después el hongo crece y penetra la cutícula de su presa. La formación o no de estas trampas está mediada por varios factores bióticos y abióticos como la cantidad de materia orgánica, la cantidad de nematodos en el suelo o los niveles de humedad. Algunos ejemplos son: Arthrobotrys oligospora, Dactylellina haptotyla.

Distintos tipos de trampas que pueden formar los hongos nematófagos.
- Endoparásitos: estos hongos no forman estructuras especializadas, sino que parasitan a los nematodos mediante la formación de esporas. Estas esporas son ingeridas por el nematodo o se adhieren a su cutícula. A partir de este momento, las hifas del hongo crecen y este se alimenta del nematodo. La mayoría de hongos de este grupo son parásitos obligados de nematodos. Por ejemplo: Drechmeria coniospora, Harposporium anguillulae.
- Parásitos de huevos: son hongos endoparásitos que se especializan en la infección de huevos. Las hifas crecen y forman una estructura adhesiva o apresorio capaz de penetrar la gruesa cutícula del huevo y de alimentarse de este. Algunos ejemplos son: Trichoderma harzianum, Purpureocillium lilacinum, Pochonia chlamydosporia.

Tipos de hongos nematófagos cultivados en placas de petri y fotografiados en un microscopio invertido. Se observan: dos nematodos atrapados en unos anillos, un huevo infectado y un nematodo consumido por un hongo endoparásito.
Para hacer más fácil la captura de presas, algunos hongos nematófagos también producen sustancias tóxicas que paralizan a los nematodos. Además, los hongos endoparásitos y los formadores de trampas producen sustancias que imitan feromonas y atraen a los nematodos.
Los hongos nematófagos están presentes en suelos de todo el mundo, aunque su abundancia, diversidad y actividad varían considerablemente según las condiciones del suelo. Algunas especies, como Trichoderma harzianum y Purpureocillium lilacinum, son comúnmente comercializadas como agentes de biocontrol en muchos cultivos. Sin embargo, la presencia y efectividad de estos hongos están influenciadas por el estado del suelo. Como ocurre con todos los hongos productores de hifas, los hongos nematófagos requieren agua y la menor alteración posible del suelo para prosperar. Por ejemplo, suelos ricos en materia orgánica, con prácticas de bajo laboreo y altas densidades de nematodos favorecen tanto la eficiencia como la abundancia de estos hongos.
Ampliar nuestro conocimiento sobre la ecología de los hongos nematófagos es clave para controlar de manera sostenible las enfermedades agrícolas. Este es, de hecho, el principal desafío actual: desentrañar su ecología y aplicar este conocimiento en estrategias de manejo de enfermedades que sean efectivas y respetuosas con el medioambiente.