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Las micorrizas, una solución microbiana para una agricultura y un planeta más sostenibles

Las micorrizas, una solución microbiana para una agricultura y un planeta más sostenibles

En la actualidad, varios son los problemas medioambientales y de salud humana desencadenados por las malas prácticas agrícolas, entre ellas, el excesivo uso de fertilizantes nitrogenados en los cultivos. La emisión de gases de efecto invernadero, la acumulación de nitratos en el ecosistema, las intoxicaciones por la ingestión de altos niveles de nitratos en el agua y en los alimentos y la muerte masiva de animales marinos ante la elevada eutrofización del agua donde habitan, llevan poniendo en alerta desde hace varios años a las diferentes entidades encargadas de la conservación medioambiental y de la salud humana. Desde hace un tiempo, se han puesto en marcha diferentes investigaciones para mitigar problemas como éstos, y una de las opciones más ecológicas y que nos trae hoy hasta aquí son las micorrizas.

Liu Xiaozhong (Pixabay). Cultivo con sistemas de fertilización mediante drones.

Liu Xiaozhong (Pixabay). Cultivo con sistemas de fertilización mediante drones.

El término micorriza proviene del griego mýkēs (en castellano hongo) y ríza (en castellano raíz), y se define según la RAE como asociación generalmente simbiótica entre la raíz de una planta y ciertos hongos. Es decir, una relación que se basa en el intercambio (en este caso de nutrientes y agua) entre una planta y un hongo. El hongo le aporta a la planta nitrógeno y fósforo y ésta, a cambio, le aporta al hongo carbohidratos y lípidos derivados de la fotosíntesis. Este intercambio de sustancias entre ambas partes es crucial para el desarrollo y supervivencia de las plantas, especialmente en su fase inicial de crecimiento o en suelos pobres en nutrientes, proporcionando los nutrientes necesarios para su crecimiento al igual que lo haría un fertilizante comercial. También mejoran la resistencia de las plantas frente a condiciones ambientales adversas como la sequía, el exceso de agua o la acidez del suelo, o la presencia de posibles patógenos (bacterias y hongos), haciéndolas más resilientes, lo que genera múltiples beneficios para una agricultura sostenible.

Katrin Schulz (Pixabay) y Álvaro López-García. Raíces colonizadas por hongos ectomicorrícicos (arriba) y micorrícicos.

Katrin Schulz (Pixabay) y Álvaro López-García. Raíces colonizadas por hongos ectomicorrícicos (arriba) y micorrícicos.

El mundo de las micorrizas es muy amplio, existiendo actualmente varios tipos de micorrizas, que se clasifican según la estructura de la relación y el tipo de hongo involucrado. Las más comunes e importantes son las micorrizas arbusculares, en las que los hongos pertenecientes al género Glomeromycota forman una estructura con forma arbuscular en el interior de la célula vegetal. También encontramos las micorrizas ectotróficas, donde los hongos pertenecientes a los géneros Basidiomycota y Ascomycota forman una capa externa en la raíz. Además, podemos encontrar micorrizas ectoendomicorrízicas que son una combinación de las dos anteriores, y otras menos extendidas como las micorrizas ericoides, las arbutoides y monotropas, que son específicas de diferentes especies vegetales.

A nivel medioambiental, las micorrizas suponen un gran impacto en los ecosistemas, ya que estimulan a los microorganismos y la biodiversidad general del suelo. Estas asociaciones mejoran la estructura y fertilidad del suelo, formando agregados que previenen la erosión y que permiten una mayor aireación y retención de agua. Las micorrizas participan en el ciclo de los nutrientes ayudando a descomponer la materia orgánica y mejorando la fertilidad del suelo. Además, gracias a la secreción de exudados que actúan como fuente de energía para otros microorganismos, estimulan la actividad microbiana, particularmente de bacterias fijadoras de nitrógeno y degradadoras de la materia orgánica del suelo. Por otra parte, las micorrizas propician un aumento de la biodiversidad tanto microbiana como vegetal, creando un entorno más favorable para una amplia gama de microorganismos (bacterias, hongos saprófitos y protozoos) y facilitando la colonización de plantas en suelos pobres en nutrientes. Así, en el ámbito de la agricultura, el uso de inoculantes micorrícicos puede mejorar la productividad de los cultivos, reducir la dependencia de fertilizantes y aumentar la resistencia de las plantas a plagas y enfermedades. Se ha podido comprobar que el uso de estos hongos también contribuye en la mitigación del cambio climático ya que estos ayudan a secuestrar carbono en el suelo, lo que reduce la cantidad de CO2 en la atmósfera.

Creación propia inspirada en Ahammed, G.J., & Hajiboland, R. (2024). Esquema representativo de las principales funciones que inducen las micorrizas en las plantas.

Creación propia inspirada en Ahammed, G.J., & Hajiboland, R. (2024). Esquema representativo de las principales funciones que inducen las micorrizas en las plantas.

El establecimiento de las micorrizas arbusculares en las plantas es un proceso complejo en el que intervienen diversas señales químicas y estructuras vegetales y fúngicas. Para comenzar la formación de una micorriza se deben dar unas condiciones idóneas de pH, humedad y temperatura. En un primer momento, las esporas del hongo son capaces de germinar sin la presencia de una planta hospedadora pero sólo prosperan si encuentran una accesible en su entorno. La planta, cuando se encuentra bajo condiciones de estrés ambiental, secreta al medio sustancias quimioatrayentes para los hongos formadores de micorrizas como son las estrigolactonas y los flavonoides. Ambas señales favorecen la germinación y el crecimiento de las hifas del hongo hacia la raíz. El hongo como respuesta secreta factores micorrícicos, los cuales activan las rutas de señalización implicadas en la simbiosis. Cuando las hifas del hongo entran en contacto con la raíz de la planta se adhiere a su superficie formando una estructura llamada apresorio. A partir de esta estructura la hifa comienza a penetrar en la raíz de la planta hasta formar en el interior de las células una estructura en forma de árbol, conocida como arbúsculos. En estos es donde se va a realizar el intercambio de sustancias entre la planta y el hongo. Pocos días después, estos arbúsculos colapsan y se forman nuevos arbúsculos en células no colonizadas.

En conclusión, las micorrizas son mucho más que simples asociaciones entre hongos y plantas. Son claves en el funcionamiento de los ecosistemas terrestres, mejoran la nutrición vegetal, la salud del suelo y la resistencia de las plantas frente a estreses bióticos y abióticos. Proteger las micorrizas actualmente sería una estrategia importante para conservar la biodiversidad del planeta. También es vital el uso de estos microorganismos en la agricultura como herramienta para evitar el impacto en los ecosistemas de la fertilización excesiva con fertilizantes inorgánicos, como los nitratos. Como dijo Mahatma Gandhi, “el futuro depende de lo que hagamos en el presente”. Por tanto, las micorrizas nos ofrecen una oportunidad para cambiar el rumbo de nuestras prácticas agrícolas abusivas por el uso desproporcionado de los recursos que nos proporciona la naturaleza. Si reducimos hoy el uso de fertilizantes químicos, restauraremos la salud de los suelos y la vitalidad de los ecosistemas, y estaremos asegurando un futuro más sostenible para las próximas generaciones.


¡Aviso! Hidden Nature no se hace responsable de la precisión de las noticias publicadas realizadas por colaboradores o instituciones, ni de ninguno de los usos que se le dé a esta información.

Autor Victoria M. Quintero Muñiz

Estudiante de Doctorado en la Estación Experimental del Zaidín del CSIC (Granada, España).

Autor Miguel A. Rosales Villegas

Doctor en Biología. Investigador en el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.


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