¿Imaginas fertilizar un suelo de cultivo sin aumentar notablemente sus concentraciones de nitrógeno, fósforo y potasio? A primera vista, podría no tener sentido, pero déjame explicártelo mejor.
Cuando hablamos de fertilización, solemos pensar en aumentar las concentraciones de nutrientes clave para el crecimiento de las plantas. Sin embargo, existen materiales y productos que se pueden añadir al suelo que van más allá de este enfoque tradicional, como las enmiendas orgánicas.
Una enmienda orgánica es cualquier material de origen natural, derivado de organismos vivos (como plantas, animales o microorganismos), que se aplica al suelo con el propósito de mejorar sus propiedades físicas, químicas y biológicas. Aunque muchas de estas enmiendas también pueden actuar como un fertilizante clásico aportando nutrientes y micronutrientes esenciales, su objetivo principal no es suplirlos directamente, sino mejorar la calidad integral del suelo. Entre ellas encontramos el estiércol, el compost, los biocarbones y los residuos agroindustriales.

Ejemplos de enmiendas orgánicas. Izquierda, estiércol de caballo. Centro, compost. Derecha, biocarbón (biochar). Fuente: Elaborada a partir de 3 imágenes libres de derechos de Wikimedia Commons.
Por sus propiedades físicas y químicas, algunas pueden mejorar la estructura del suelo promoviendo la formación de agregados estables, lo que favorece la aireación y la infiltración de agua. Otras, en cambio, incrementan la capacidad del suelo de retener agua y nutrientes, actuando como una esponja que los almacena y libera de forma gradual. Además, y aquí es donde retomamos la pregunta inicial: muchas de estas enmiendas contienen moléculas y compuestos que actúan como prebióticos y bioestimulantes del suelo, alimentando a los microorganismos. Éstos, a su vez, transforman y hacen más accesibles los nutrientes para las plantas, o incluso mejoran su capacidad para absorberlos del suelo. En otras palabras, fertilizar con enmiendas orgánicas no tiene por qué significar solo ‘nutrir’ a las plantas directamente, sino ‘activar’ la vida en el suelo. Es el propio suelo, con ayuda de los microorganismos, quien se fertiliza.
Sustancias con acción prebiótica y bioestimulante en el suelo. Izquierda, efecto de una sustancia prebiótica sobre los microorganismos del suelo. Derecha, efecto de una sustancia bioestimulante sobre los microorganismos, las plantas y el propio suelo. Fuente: Elaboración propia (Francisco Moreno Racero).
La siguiente pregunta que podría surgir es: ¿cómo actúan las enmiendas orgánicas para generar estas respuestas en el suelo y en las plantas? Existen estudios que han demostrado que, durante su descomposición, muchas enmiendas orgánicas liberan compuestos activos como monosacáridos, polisacáridos (celulosa y hemicelulosa), compuestos fenólicos, ácidos orgánicos y, de forma destacada, sustancias húmicas. Estas últimas son un grupo complejo y heterogéneo de compuestos orgánicos formados a partir de la descomposición de residuos vegetales, animales y microbianos. Representan una fracción estable de la materia orgánica del suelo y están presentes en enmiendas como el estiércol, el compost y los biocarbones. La combinación de estas sustancias junto con otras formas de carbono mencionadas puede servir como fuente de alimento directo para microorganismos beneficiosos, o mejorar el ambiente en el que éstos prosperan. Estos microorganismos podrían degradar otros compuestos del suelo para liberar nutrientes previamente no disponibles para las plantas, o modificar el suelo física y químicamente (mediante cambios en la acidez o su estructura), facilitando su acceso. A su vez, estas moléculas bioactivas pueden actuar incluso como señalizadores moleculares que, tras su reconocimiento, desencadenan rutas metabólicas beneficiosas tanto en microorganismos como plantas. Por ejemplo, la aplicación de ácidos fúlvicos (un tipo de sustancia húmica) al suelo, ha demostrado modificar las comunidades microbianas, aumentar la actividad enzimática y estimular el crecimiento de las raíces, mejorando así la accesibilidad a los nutrientes. Sin embargo, es necesario destacar que un incremento en la cantidad de microorganismos en el suelo no siempre beneficia a las plantas. En algunos casos, un exceso de microorganismos puede generar competencia con las plantas por el nitrógeno disponible en el suelo. Por eso, en este contexto, la calidad de las comunidades microbianas es más relevante que su cantidad.
Es importante entender que el suelo no es simplemente un soporte inerte que contiene nutrientes para las plantas. Es una matriz viva y dinámica, donde interactúan componentes minerales, materia orgánica, agua, aire, vida vegetal y una inmensa diversidad de microorganismos. En este sistema, se llevan a cabo innumerables reacciones químicas (o más precisamente, biogeoquímicas) que regulan el ciclo de nutrientes esenciales como el carbono, el nitrógeno y el fósforo.
Te invito a reflexionar sobre las grandes ventajas que el uso de este tipo de enmiendas podría ofrecer a nivel socioeconómico y ambiental. Una enmienda orgánica se puede producir mediante la revalorización de residuos agrícolas o industriales, reduciendo la generación de basura y, al aplicarse al suelo, puede recuperar o mejorar sus propiedades. Además, puede fomentar la salud y biodiversidad de la vida que alberga, al tiempo que reduce la dependencia de fertilizantes químicos o minerales convencionales. Es importante recordar que los fertilizantes químicos convencionales están formulados con nutrientes de alta solubilidad, lo que facilita su absorción por las plantas. Sin embargo, esta misma característica también incrementa el riesgo de lixiviación, provocando que los nutrientes se pierdan con el agua de riego hacia capas más profundas o masas de agua subterráneas, con un considerable impacto ambiental. Estas pérdidas no solo generan una fertilización ineficiente, sino que también pueden llevar a la sobrefertilización, cuyos efectos negativos están ampliamente documentados: salinización y degradación del suelo, reducción de la biodiversidad microbiana, toxicidad en las plantas y una mayor susceptibilidad a plagas y enfermedades.
En ciertos escenarios, el suelo por sí mismo ya dispone de los nutrientes necesarios para que crezcan las plantas. Sin embargo, debido a condiciones específicas como baja disponibilidad de agua, altas temperaturas, elevada salinidad o un uso ineficiente de nutrientes por parte de las plantas, éstos no logran promover un aumento en su crecimiento. En tales casos, el uso de enmiendas orgánicas merece especial atención. Tal vez sea el momento de plantear y desarrollar alternativas de fertilización sostenibles y viables como solución a estos problemas.