Historias Tóxicas. Serenata para botox

El pianista y director de orquesta Leon Fleisher en el año 1963

El pianista y director de orquesta Leon Fleisher en el año 1963

Esta es la primera entrega de un total de cuatro que relataré sobre tóxicos y que irán apareciendo periódicamente en esta web. En concreto, esta primera historia tóxica, tiene por protagonista al botox y al pianista Leon Fleisher.

Fleisher, probablemente uno de los mejores concertistas de piano del mundo, tuvo que poner en 1965 punto y aparte a su hasta entonces prestigiosa carrera musical. Un niño prodigio que a los 8 años ofrece su primer concierto y tiene su primera actuación con la Filarmónica de Nueva York en el Carnegie Hall a los 16 años, dispuesto a ser miembro de la Severance Hall de Cleveland, por entonces bajo la dirección del legendario George Szell, la cual iba a realizar una gira que lo llevaría a recorrer la Unión Soviética.

Aquel día de 1965, Leon estaba muy nervioso y notaba que los dedos cuartos y quinto de su mano derecha se curvaban involuntariamente, lo que le hacía perder destreza en su ejecución. Pensó que este fenómeno se debía a falta de concentración al tocar la pieza que le dió su examinador, pero no fue así, el problema no hizo más que empeorar, llegando el momento en que el propio Szell lo notó y recomendó al joven que no hiciera la gira con la Severance Hall de Cleveland. Su sueño y vida como pianista notaba que se alejaba. Una carrera musical estaba a punto de irse al traste.

Recurrió a numerosos especialistas: traumatólogos, cirujanos, aromaterapeutas, psiquiatras… Cada día la mano iba a peor, el dolor persistía y constataba cómo se le iban curvando más los dedos cada vez. Un buen día, en 1981, hubo una breve remisión de los síntomas, con lo que pensó que su problema se había solventado, por lo que aceptó tocar en la inauguración del Meyerhoff Hall de Baltimore, pero al final de la audición, tras el escenario, se derrumbó. Volvieron los dolores, y en esta ocasión con mayor fuerza, de tal manera que su mano se convertía en una garra. Por aquellas fechas llegó el diagnóstico: padecía distonía focal.

Bacterias de la especie Clostridium botulinum

Bacterias de la especie Clostridium botulinum

La distonía focal se trata de una disfunción del cerebro que hace que los músculos se contraigan en posiciones anómalas o aberrantes y a menudo, como en este caso, muy dolorosas. Esta enfermedad suele afectar a personas que dependen de la motricidad fina: músicos, escritores, cirujanos… Y así fueron pasando sus días, desarrollando música de otra forma, tocando sólo con su mano izquierda, hasta que un día, le propusieron participar de un ensayo clínico en los Institutos Nacionales de salud, donde se estaba probando la toxina botulínica como tratamiento para las contracciones incapacitantes como la suya.

La toxina botulínica, obtenida de la bacteria Clostridium botulinum es una de las sustancias más venenosas que se conocen, pero ¿por qué es interesante esta toxina? Esta toxina produce una proteína que bloquea la liberación de acetilcolina, un neurotransmisor que indica a los músculos que se contraigan, pero que si la diluimos lo suficiente, ha demostrado ser eficaz en el tratamiento tanto de arrugas como en el tratamiento de contracciones espásticas de la esclerosis múltiple.

La toxina botulínica no cura la distonía focal que padece Leon, pero alivia sus síntomas, por lo que cada 6 meses Fleisher debe recibir una inyección. Pero aunque sólo dure 6 meses, para él no deja ser un “milagro” volver a tocar y salir de gira, tanto es así que desde hace aproximadamente una década ha vuelto a editar grabaciones con las dos manos.

¡Qué bueno que volviste Leon!

 

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