El moho de muchas cabezas: el único organismo que no necesita una cabeza para resolver laberintos

Lejos del concepto que normalmente se tiene de los organismos unicelulares, estos pueden llegar a ser complejos en cuanto en sus capacidades e, incluso, a su comportamiento. Un ejemplo es el del moho de muchas cabezas (Physarum polycephalum), que tiene la habilidad para resolver laberintos y transmitir comportamientos aprendidos a otros individuos de su misma especie.

La célula que conforma al organismo en su fase vegetativa puede llegar a ocupar una superficie de varios metros cuadrados, lo que consigue siendo multinucleada. Esto quiere decir que la célula que conforma al organismo no se divide para dar lugar a más células; solo lo hace el núcleo, quedándose dentro de la célula los resultantes de esta división (dando lugar a una célula de gran tamaño con multitud de núcleos, conocida como plasmodio). ¿Cómo se reproduce este mixomiceto entonces? Lo hace mediante amebas sexuales, unas células haploides que se producen solo cuando en el medio escasea el alimento y que solo se fusionan si son de tipos sexuales diferentes. Al contrario que la mayoría de los animales, que presentan solo dos, estos organismos tienen nada más y nada menos que 720 tipos sexuales.

Dos plasmodios uniéndose a través de una estructura conocida como vena.

Dos plasmodios uniéndose a través de una estructura conocida como vena.

A esto se añade la peculiaridad de que dos plasmodios pueden fusionarse para dar lugar a un solo individuo, proceso por el cual, además, pueden transmitirse información como la habituación a una molécula desconocida. Los plasmodios se mueven a una velocidad de varios centímetros por hora tanto para alcanzar alimento (bacterias, hongos, etc.) como para evitar compuestos nocivos gracias a la quimiotaxis. La quimiotaxis es el proceso por el cual los microorganismos redirigen su movimiento en respuesta a gradientes de compuestos atrayentes y repelentes. Aún se desconoce el mecanismo por el cual un plasmodio puede “informar” al que se le une de que una sustancia desconocida no es nociva o de que a cierta distancia hay nutrientes, pero se puede experimentar para comprobar hasta dónde llega la capacidad de este ser vivo. Uno de los experimentos más famosos realizado con este plasmodio fue el que ganó el Ig Nobel en el 2000 (unos premios estadounidenses que parodian los Premios Nobel  haciendo primero reír y luego pensar al público) donde se cortaba al organismo en pedazos pequeños que se depositaban en distintos puntos de laberintos hechos de agar, en cuyas salidas (a las que se llegaba por rutas de diferentes longitudes) se colocaba un bloque con nutrientes. Los distintos trozos de P. polycephalum se unían entre sí, llenando el laberinto, y los extremos que llegaban a pasillos sin salida se contraían, mientras que el resto seguía avanzando hasta el alimento.

A la izquierda se puede ver cómo el mixomiceto ocupa todos los pasillos del laberinto de agar. A la derecha se observa el estado final del experimento, donde el organismo ha retraído los extremos que habían avanzado por los pasillos que no tenían salida.

A la izquierda se puede ver cómo el mixomiceto ocupa todos los pasillos del laberinto de agar. A la derecha se observa el estado final del experimento, donde el organismo ha retraído los extremos que habían avanzado por los pasillos que no tenían salida.

A pesar de que aparentemente este organismo presenta cierto nivel de inteligencia, no se le considera dentro del reino Animal por esto, ya que otro mixomicetos no llegan a tener este tipo de capacidades, sino por estudios filogenéticos. De hecho, no fue hasta 2015 que se secuenció su genoma y pudo conocerse su lugar correcto taxonómico, ya que hasta esa fecha fue considerado como un hongo (por su ciclo de vida), y antes, como una planta (por su capacidad para producir pigmentos muy variados).

Bibliografía

  • Dussutour, A. and Vogel, D. (2018). La masa devoradora: una célula gigante e inteligente. Investigación y ciencia 505: 68-71
  • Nakagaki, T., Tóth, Á. and Yamada, H. (2000). Maze-solving by an amoeboid organism. Nature 407: 470
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2 comentarios en “El moho de muchas cabezas: el único organismo que no necesita una cabeza para resolver laberintos

    por Sergio Stevenson -

    Este moho, repetiría la misma ruta si se vuelve a colocar en el laberinto?

    por Paloma Cabezas Blanco -

    Pues en la bibliografía no encontré información al respecto, pero sabiendo que puede “recordar” información como ya se ha mencionado acerca de nutrientes, tóxicos y tal, si lo vuelves a colocar en la misma posición de salida y vuelves a poner alimento donde la primera vez, quizás tarde menos en resolver el laberinto. Pero como digo, en la bibliografía no se menciona si esto se ha comprobado o no, es solo una conjetura.

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