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Biocombustibles, lo que no te han contado

Biocombustibles, lo que no te han contado

Ahora que vamos a hablar de biocombustibles, empezaremos por definir que es la bioenergía. La bioenergía es la energía que se genera a partir de biomasa. Esta biomasa puede proceder de diferentes fuentes entre las que encontramos la propia producción de los ecosistemas naturales, los restos tanto agrícolas, forestales como urbanos y por último la que se genera a partir de los cultivos energéticos y excedentes de producciones. Actualmente, el biodiesel de soja es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero con respecto a los biocombustibles, solo encontramos por delante el biodiesel, a base de aceite de palma. Este último se encuentra en el punto de mira ya que se están creando normativas en Europa para reducir o eliminar su uso . Debido al decrecimiento que se prevé en el biodiesel a base de aceite palma con la entrada de estas medidas, se espera un crecimiento en los combustibles a base de soja para reemplazar su demanda.

Representación del fruto de la soja, contando este con una vaina pilosa que contiene normalmente de 2 a 4 semillas.

Representación del fruto de la soja, contando este con una vaina pilosa que contiene normalmente de 2 a 4 semillas.

El uso de biocombustibles a base de soja tiene impactos severos tanto a nivel ambiental como social. Entre los impactos ambientales encontramos la deforestación que se realiza para instalar los cultivos de soja. Esta práctica implica la quema y tala de árboles en diversos ecosistemas que albergan una gran diversidad como pueden ser Malasia o Indonesia.

En los lugares donde tiene lugar esta práctica se destruye o se desplaza fauna y flora, eliminando corredores, aislando poblaciones, disminuyendo así la diversidad genética de las poblaciones. Según el informe de “Biocombustibles: más leña al fuego”: “los escenarios de alta demanda de aceite de palma y soja podrían conducir a una deforestación adicional de siete millones de hectáreas por todo el Sudeste Asiático y América Latina, incluyendo el drenaje de hasta 3,6 millones de hectáreas de turberas”.

Según un informe de la Comisión Europea el 8% de zonas de cultivos de soja nuevos (2008-2015) vienen de la deforestación. Además, a este porcentaje hay que sumarle las tierras que son adquiridas y que anteriormente tenían otro uso como podrían ser pastizales para alimentar al ganado o cultivos para abastecer a las poblaciones. La alta demanda de tierras para este cultivo hace que las poblaciones locales vendan estas tierras y tengan que desplazarse a otras, favoreciendo de nuevo la deforestación para la implantación de los cultivos que han dejado atrás.

Área deforestada del Amazonas para la posterior implantación de cultivos.

Área deforestada del Amazonas para la posterior implantación de cultivos.

Por otro lado, los cultivos de soja se realizan en forma de monocultivos y esto produce efectos devastadores, ya que la soja requiere gran cantidad de nutrientes y ocasiona la eliminación de la capa orgánica del suelo produciendo la pérdida de este. Además, el cambio de uso del suelo, las emisiones derivadas de las talas y la degradación de las turberas generan emisiones indirectas de CO2. Según el informe de “Biocombustibles: más leña al fuego”: “El escenario de alta demanda de aceite de soja y el aceite de palma podría originar un total de 11.500 millones de toneladas de emisiones de CO2 adicionales derivadas del cambio de uso de la tierra”.  

Como ya hemos mencionado antes, el cultivo de soja tiene numerosos impactos sociales. El más obvio es que si la demanda de soja aumenta, el precio de esta aumentará afectando a las comunidades más vulnerables que necesitan de este producto para alimentarse. En segundo lugar, cuando hablábamos anteriormente de la venta de tierras para el cultivo de soja, no pensemos que a las poblaciones locales se les paga una gran cuantía proporcional a los beneficios que se van a obtener de estos cultivos. Todo lo contrario, a menudo estas tierras son vendidas a muy bajo precio o incluso robadas sin que los gobiernos ni las administraciones hagan nada por las poblaciones locales. En muchos casos estas poblaciones se ven obligadas a trabajar en las plantaciones de soja por unos sueldos miserables. Por desgracia, aquí también encontramos una brecha salarial entre hombres y mujeres. Los hombres suelen realizar trabajos más duros físicamente, pero los terratenientes ponen unos objetivos de producción inalcanzables por los que muchas mujeres tienen que ir y ayudar a sus esposos sin obtener ninguna remuneración económica. Por otro lado, las mujeres pueden trabajar haciendo tareas de mantenimiento entre las que se incluye la exposición a pesticidas y fertilizantes, obteniendo por esto un menor salario que los hombres a pesar de la exposición a estos químicos.

A nivel social, encontramos otro impacto. En las poblaciones cercanas a los cultivos de soja transgénica se ha observado que aparecen una serie de enfermedades como cáncer, malformaciones, etc. Numerosos estudios científicos han corroborado que estas patologías vendrían dadas por la sobreexposición a agrotóxicos de estos cultivos.

Un claro ejemplo son las explotaciones agrícolas argentinas, donde se vierten 300 millones de litros de agroquímicos que afectan a doce millones de argentinos de los cuarenta millones que se ven sometidos a esta exposición. En estas zonas hay un 30% más de incidencia de cáncer y de personas con malformaciones que en otro lugar donde no se utilizan estos químicos. Hugo Gómez Demaio, médico de la zona, observó cómo aumentaban las malformaciones en las poblaciones más expuestas a agroquímicos. Además, se ha comprobado que las personas no expuestas pero que viven en las inmediaciones tienen al menos 15 de estos agroquímicos en su sangre, que no se sabe qué efecto tienen cuando se combinan en el organismo. Para más desazón, muchas de estas familias no tienen un diagnóstico que le explique por qué sus hijos sufren estas enfermedades y por supuesto no reciben ningún tipo de ayuda de organismos públicos, ni para ayudar a sus hijos, ni para parar esta incesante fumigación de personas y vidas.

En último lugar, ahora que nos encontramos en un momento de emergencia climática, y que nos azota una pandemia, tendríamos que darnos cuenta de los peligros que puede traer la inadecuada gestión que estamos haciendo de nuestro medio ambiente, los problemas que ocasiona la disminución de biodiversidad y cómo todo lo que hacemos repercute de una forma u otra en nuestro planeta.

Uno de los problemas ante los que no encontramos es la pérdida de especies que altera los ritmos tróficos y ecológicos que se dan en los ecosistemas, disminuyendo el control natural de la propia naturaleza. Otro de los grandes problemas es la pérdida y destrucción de hábitats que son los causantes de al menos la mitad de las zoonosis, debido a que facilita que se capturen animales exóticos e ilegales y puedan comercializarse. El calentamiento global también es uno de los factores que afecta tanto a la salud (propiciando la aparición de nuevas enfermedades) como a la biodiversidad. Un claro ejemplo son las olas de calor que propician la aparición de nuevas especies invasoras en los ecosistemas e impidiendo que especies autóctonas sean incapaces de soportar las nuevas condiciones del medio. Otro de los muchos ejemplos es el deshielo causado por el incremento de temperatura que produce la liberación de virus y bacterias, originando la aparición de nuevas enfermedades.

Por esto es necesario un cambio en la política ambiental para solventar estos problemas y obtener alternativas que sean sostenibles y viables para el medio ambiente. En primer lugar, tendrían que llevarse a cabo actuaciones eficaces para evitar que la temperatura global suba 1,5 ºC. También es imprescindible que reduzcamos nuestra huella de carbono, invirtiendo en energías renovables y garantizando que no consumimos más recursos de los que el planeta puede generar. Para finalizar no podemos olvidar el tema que nos ocupa, el biodiesel, por lo tanto, es necesario esta reflexión: La salud humana, la dignidad de las personas y del medio ambiente no puede estar en las manos de unos pocos, ya que tanto la salud humana como la ambiental, son una sola salud.


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Autor Cristina Rodriguez Muñoz

Bióloga por la Universidad de Sevilla con un Máster en Cambio Climático Carbono y Recursos Hídricos. Buscando un hueco en el mundo de la ciencia y la divulgación.


 

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