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La tristeza de los cítricos

La tristeza de los cítricos

Todo comenzó probablemente en el siglo XIX. La aparición de una epidemia fúngica (Phytophthora sp.), que provocaba podredumbre de raíces en cítricos, se extendió por todo el mundo diezmando las plantaciones de naranja dulce (Citrus sinensis (L.) Osb.) tanto en sus centros de origen (Asia), como en el nuevo y viejo continente. Para luchar contra la podredumbre radicular, se comenzó a practicar en todo el mundo el injerto de diferentes especies de cítricos en portainjertos de naranjo amargo (Citrus aurantium L.); un pie resistente a la podredumbre radicular, con una alta capacidad de adaptación a todo tipo de suelos y que da lugar a frutos de mucha calidad.

En el siglo XX surgieron nuevos cítricos comerciales como el Mandarino (Citrus reticulata Blanco) o el Pomelo (Citrus paradisi Macf.); ambos injertados en el portainjerto de naranjo amargo. Además en 1910 hubo un incremento en la comercialización y transporte de variedades de naranja dulce de la variedad Navel desde USA a Europa; y con todo ello la industria citrícola a nivel mundial empezaba a recuperarse del azote de la podredumbre.

Previamente y/o paralelamente a esto, un virus del género Closterovirus (familia Closteroviridae), de estructura filamentosa y con genoma formado por ARN monocatenario(+) (ARN 1c(+) o ssRNA(+)), coevoluciona con diferentes especies de cítricos de forma asintomática, y es dispersado a través de pulgones de varias especies, afectando seriamente al naranjo amargo. Debido a la sintomatología de decaimiento y muerte exclusiva en estos árboles de la familia Rutaceae, este virus se describió como CTV: “Citrus tristeza virus”, nombre acuñado en Sudamérica en la década de 1930 debido a los terribles daños provocados y sus consecuencias socioeconómicas.

Y es que así funcionan las enfermedades emergentes. Según la teoría epidemiológica, una enfermedad emergente nueva es el resultado de determinados cambios epidemiológicos que dependen de múltiples factores, entre los que cabe destacar:

  • (i) cambios en la ecología de poblaciones huésped-vector-patógeno,
  • (ii) cambios genéticos en estas interacciones,
  • (iii) cambios ambientales (p.ej., cambio climático, cambios estacionales, etc.)
  • y (iv) efecto antrópico (p.ej., incremento del comercio global, transporte de especies exóticas, etc.).

Las enfermedades infecciosas emergentes pueden tener un gran impacto socioeconómico en las poblaciones humanas, debido a graves consecuencias, tanto de disminución de producción forestal y agrícola, como por generar un problema de salud y bienestar humano y animal; así como por producir determinados problemas ambientales. De esta forma, la práctica masiva y global del uso exclusivo de portainjertos de naranjo amargo durante el siglo XIX y XX, colocó una diana enorme y cosmopolita para un enemigo muy pequeño, pero muy resolutivo.

El drama comienza en Sudamérica en los años 1930: Argentina (1930) y Brasil (1937), extendiéndose de forma violenta a California (1939) y Florida (1951), España (1957), Israel (1970), Venezuela (1980), Chipre (1989), Cuba (1992), México (1995), República Dominicana (1996) e Italia (2002). Durante todo este tiempo se pierden en todo el mundo alrededor de 100 millones de árboles propagados en portainjertos de naranjo amargo; y la industria citrícola Española fue la que pasó el mayor periplo de todas. Aproximadamente un 40% del total de pérdidas mundiales se concentró en España, con más de 40 millones de árboles muertos desde el primer brote en 1957. La mitad de estas pérdidas se llevó a cabo entre 1957 y la década de los 90, y de forma sorprendente la otra mitad en los 10 años siguientes, debido a un incremento de densidad de las poblaciones de pulgones.

Toxoptera citricida (Wikimedia Commons)

Durante este tiempo se mejoran las técnicas para identificar y luchar contra la enfermedad. Por un lado se determina que el vector más eficiente para transmitir la enfermedad es Toxoptera citricida, y además hay otro áfido, llamado Aphis gossypii, que es el principal vector en España, Israel y California, lugar donde T. citricida tiene menos impacto por no hallar las condiciones idóneas para su desarrollo. Esto tiene especial relevancia dado que no hay productos químicos para luchar contra virus vegetales pero sí contra insectos. Se mejoran las técnicas de identificación del virus CTV en áfidos y en material vegetal, partiendo desde ensayos inmunohistoquímicos tipo ELISA, hasta ensayos mucho más sensibles basados en la técnica de la PCR-nido a tiempo real o de forma más avanzada las PCR1 cuantitativas a tiempo real (qRT-PCR). Por otro lado se modifica la legislación vigente desde 1975 para prohibir el uso del portainjertos de naranjo amargo, fomentando el uso de los patrones tolerantes a CTV: Citrange Carrizo y Citrange Troyer (un híbrido de naranjo y un cítrico silvestre), Mandarino Cleopatra, y Poncirus trifoliata; y para poner en práctica una serie de “buenas prácticas agrícolas” que disminuyan la incidencia de esta enfermedad. Por ejemplo, la legislación actual prohíbe a los citricultores a generar sus propios plantones, obligándoles a adquirirlos en viveros que certifiquen los portainjertos libres de virus.

Aphis gossypii (foto de J. Catalan)

Desde 1975 se han plantado más de 100 millones de árboles, la mayoría sobre patrones Citrange y certificados libre de virus, lo cual ha supuesto la reposición y sustitución de más del 75% de las plantaciones de naranjos, mandarinos y pomelos. Estas cifras nos dan una clara idea del impacto de esta enfermedad en la citricultura española, y como un pequeño virus, ayudado por unas pocas casualidades, es capaz de poner en jaque a una sociedad durante algo más de un siglo.

Notas

Notas
1 De sus siglas en inglés Reacción en Cadena de la Polimerasa

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Autor Juan de Dios Franco Navarro

Biólogo científico doctorando en IRNAS-CSIC, padre de dos preciosas niñas, y mecenas de #LaCafetera, #HiddenNature, #Astrobitacora y #NoviembreNocturno


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