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En los límites del término especie invasora: revisión histórica de la chumbera

En los límites del término especie invasora: revisión histórica de la chumbera

Las especies exóticas invasoras (EEI) son una de las cinco causas principales de la pérdida de biodiversidad, junto con la destrucción del hábitat, la sobreexplotación, la contaminación y el cambio climático. La Ley 42/2007, del 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, define una EEI como “aquella que se introduce o establece en un ecosistema o hábitat natural o seminatural, y que es un agente de cambio y amenaza para la diversidad biológica nativa, ya sea por su comportamiento invasor, o por el riesgo de contaminación genética”. El artículo 64 de esta misma ley dio lugar al “Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras”, en el que se incluyen todas aquellas EEI que constituyan, o puedan llegar a constituir una amenaza grave para las especies autóctonas, los hábitats o los ecosistemas, la agronomía, o para los recursos económicos asociados al uso del patrimonio natural.

Este catálogo y esta ley, cumplen una función socio-ecológica muy importante para preservar las especies autóctonas, mentalizar al ciudadano sobre el impacto de las EEI, y movilizar algunas asociaciones ambientales locales para erradicar dichas EEI, como es el caso de la Asociación Medioambiental Eriphia de Chipiona (Cádiz), que llevan 10 años luchando contra la especie súper-invasiva uña de león (Carpobrotus edulis y C. acinaciformis), y tratando de recuperar la especie autóctona de Chipiona Taraxacum gaditanum, descrita por primera vez en 1986 por Salvador Talavera, botánico de la Universidad de Sevilla.

El problema está en aquellas especies consideradas EEI que, o bien no tienen un comportamiento de crecimiento y propagación invasivo, o bien están tan naturalizadas y tan adaptadas al entorno que ya forman parte de él, debido al larguísimo tiempo que llevan en la península desde que fueron importadas. Este es el caso de las chumberas, nopal, o tuna, nombres vernáculos que identifican a varias especies del género Opuntia (O. ficus-indica; pero también: O. dillenii; O. maxima; O. stricta, etc.), la mayor parte de estas consideradas como EEI, excepto en Tenerife, debido a que se ha naturalizado tanto que se ha vuelto fundamental para el mantenimiento de las poblaciones de lagarto local (Gallotia galloti).

A continuación vamos a hacer un viaje a través de la historia de las chumberas, para considerar si, 500 años después, merecen seguir siendo consideradas “especies exóticas invasoras” en el resto de la Península.

El 12 de octubre de 1492, tres navíos españoles desembarcaban en una nueva tierra, una tierra que no aparecía en los mapas, y que además fue fruto de la confusión, pues Cristóbal Colón, pensaba que estaba tomando un atajo, a través del océano, de la ruta de las especias y la seda, que era una red de rutas comerciales cuyo origen estaba en China desde el siglo I a. C., y que atravesaba los continentes asiáticos, Europeo y Africano. Fue en ese momento cuando el navegante Cristóbal Colón, puso sus pies en la isla Guanahaní (Bahamas), y sin saberlo dio el primer paso de una conquista que duró muchos siglos y que cambió el sentido de la historia mundial.

Unos años más tarde el conquistador Hernán Cortés, en sus primeros intentos por ocupar la capital México-Tenochtitlan y actual México D.F., escribía lo siguiente en una de sus “Cartas de relación” enviadas a la Corona Española: “Tiene esta ciudad (Tenochtitlán) muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender… Venden colores para pintores, cuantos se pueden hallar en España, y de tan excelentes matices cuanto pueden ser”. Pitágoras afirmaba que el poder habita cerca de la necesidad, y es que en toda Europa había una creciente demanda textil y de imprenta.

De esta forma empezó a exportarse “color” a España y a toda Europa, para satisfacer las necesidades crecientes de la época. Y de los colorantes que más maravillaron a los españoles fue el color rojo (ácido carmínico, E-120) extraído de la cochinilla del carmín (Dactylopius coccus), un insecto hemíptero que parasita la chumbera (Opuntia ficus-indica entre otras). El centro de origen de las chumberas, domesticadas por los nativos mesoamericanos, data de hace 9.000 años, por los restos de epidermis de nopal en coprolitos humanos. Existen indicios de que la tradición del pueblo Mexicano de cultivar las chumberas con la finalidad de criar la cochinilla y obtener el colorante, es anterior a la ocupación de los Toltecas (anterior al siglo X d.C.).

La hembra de D. coccus, conocida como ‘grana’ por su aspecto, se pensó durante muchos años que era una semilla de la chumbera, pese a las indicaciones de los nativos de que era un insecto. Gracias a las observaciones del botánico español Francisco Hernández de Toledo (1514-1587), se confirmó que era un insecto; el macho alado, y la hembra pequeña y ovoidea, que es la que se observa sobre la chumbera, envuelta en una algodonosa estructura cérea generada por la planta, en defensa contra el insecto.

El procedimiento de recolección era muy sencillo pero delicado, debido a que los grana explotaban al más mínimo roce. Con una cola de conejo o también escobones de cerdas naturales suaves, se retiraban los grana de la cutícula de las chumberas, y se recolectaban en vasijas. Luego se ponían sobre un tamiz y agitando eliminaban el pelo algodonoso. Tras esto, se aplicaba un procedimiento de calor, ya fuera hirviéndolos en una olla o matándolos al vapor en un tenate o cesto de mimbre. Tras esto, se ponían a secar al sol, y se comercializaban como pequeños granitos secos cargados de colorante.

La corona española y la corte de virreyes informados por Colón y Hernán, se dieron cuenta enseguida de la importancia de esta forma tan rápida y poco costosa de obtener colorante, y rápidamente, tras la caída de Tenochtitlan el 13 de agosto 1521, establecieron aranceles y gravámenes al uso del insecto, y monopolizaron su comercialización. Y esto no es otra cosa que la conocida “maldición de los recursos naturales” como afirmaba el escritor Eduardo Galeano, “La pobreza del pueblo es producto de su riqueza”. Entre los siglos XVI al XVIII, la industria textil europea se había transformado, dependiendo exclusivamente de la comercialización del colorante de la cochinilla, que fue la segunda mayor fuente de ingresos obtenida por la Corona Española, después de los metales (oro y plata). Los primeros datos de exportaciones de chumberas sin espinas datan de 1515 por el cronista Fernández de Oviedo (1535). Observaron que los nativos comían las palas cocinadas y en ensaladas, y parecían tener propiedades antiescorbúticas (de hecho tiene un alto contenido en vitamina C). Además de que las palas se conservaban mucho tiempo tras cortarlas. Se intentó desde el siglo XVI en España, Francia e Italia, criar la cochinilla en las chumberas, pero por algún motivo esta coexistencia fue un absoluto fracaso, así que la chumbera se aprovechó por sus frutos ‘los higos chumbos’, muy apreciados por los “moros” expulsados que se lo llevaron también a su tierra y lo bautizaron como ‘higo de los cristianos’. Otros usos fueron alimentar al ganado, e incluso las especies más espinosas fueron usadas para delimitar las fincas y las explotaciones ganaderas. Debido a que son plantas que se conservan mucho tiempo cortadas y enraízan rápido, fueron fáciles de distribuir hacia el resto de Europa y África, teniendo su origen de exportación en Andalucía.

Hoy día, 500 años después, la situación de la chumbera en España es dramática. Desde hace unos años, y probablemente favorecido por el cambio climático, ha habido una explosión demográfica de D. opuntiae y D. coccus, que está cumpliendo la función que ya hubiera deseado la corona antaño. El problema es que muchos ganaderos desde tiempos remotos, han delimitado sus tierras con las chumberas, y ya forma parte del paisaje, y la idiosincrasia andaluza y mediterránea, dado que por otro lado, mucha gente se gana la vida recolectando sus deliciosos frutos. Como algunas especies están consideradas como EEI por la administración, no se están tomando medidas al respecto, excepto algunas vagas recomendaciones de limpieza con jabón que la Junta de Andalucía propone a los dueños de dichas chumberas, y lo cierto es que la merma en las poblaciones de chumberas nos hace ver que ésta se extinguirá en España a corto-medio plazo, a menos de que cambie la legislación, y la etiqueta de EEI que tiene la misma.


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Autor Juan de Dios Franco Navarro

Biólogo científico doctorando en IRNAS-CSIC, padre de dos preciosas niñas, y mecenas de #LaCafetera, #HiddenNature, #Astrobitacora y #NoviembreNocturno


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