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Un día más para el futuro

Un día más para el futuro

Llevamos toda la vida conviviendo con patógenos, o más bien luchando contra ellos. Bacterias, virus, hongos… Son algunos de los ejemplos que se nos pasan por la cabeza cuando pensamos en organismos que causan enfermedades. Nuestro instinto nos hace sobrevivir, pero nuestra inteligencia va más allá de vivir o morir. La aplicación de la medicina moderna es la parte visible del iceberg, y los años de investigación, el componente clave en la búsqueda para frenar determinadas enfermedades. Una de las soluciones que plantea acabar con la propagación de organismos contagiosos y perjudiciales saltó a la luz el 14 de mayo de 1796, de la mano de Edward Jenner. Hablamos de las vacunas. En concreto, la pionera de esta técnica fue la vacuna de la viruela.

Tradicionalmente el método de aplicación de las vacunas mediante una inyección intramuscular, en general, en el brazo o en el glúteo.

Tradicionalmente el método de aplicación de las vacunas mediante una inyección intramuscular, en general, en el brazo o en el glúteo.

El concepto de vacuna según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se entiende como “cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos”. Sin embargo, a pesar de seguir manteniendo este significado global en dicha técnica, la producción de la misma no es igual. Gracias a la ingeniería genética, cada día estamos más cerca de un futuro donde sea posible un sistema de vacunación todavía más eficaz, diverso y accesible. Somos capaces de modificar el genoma, es decir, el material genético, de ciertos organismos para cambiar sus propiedades o partes de estos. En la industria alimenticia se han logrado grandes avances, como la producción de plantas con menor tiempo de cosecha o frutas que maduran durante todo el año. Asimismo, en el campo de la salud también se han hecho efectivos los usos de organismos transgénicos.

Las vacunas comestibles son una alternativa a la técnica tradicional en lo referido al método de aplicación. Son producidas gracias a la modificación genética de plantas, marcando un antes y un después, en especial, en los países que disponen de pocos recursos económicos, encontrando en estas vacunas una solución barata, fácil de suministrar y sencillas de mantener.

La planta del tabaco ofrece grandes ventajas al no ser una especie empleada en el uso alimentario, y por lo tanto, no dando lugar a errores de pérdida o propagación del producto. Otra ventaja es que la floración tiene lugar después de utilizar las hojas para este fin médico, así, nos podemos asegurar de que el medio ambiente estará protegido de posibles dispersiones de proteínas recombinantes que pueden causar alteraciones en la naturaleza.

La planta del tabaco ofrece grandes ventajas al no ser una especie empleada en el uso alimentario, y por lo tanto, no dando lugar a errores de pérdida o propagación del producto. Otra ventaja es que la floración tiene lugar después de utilizar las hojas para este fin médico, así, nos podemos asegurar de que el medio ambiente estará protegido de posibles dispersiones de proteínas recombinantes que pueden causar alteraciones en la naturaleza.

El primer paso para su preparación es identificar la proteína inmunológica de interés para suministrar posteriormente. Un ejemplo es el gen HBsAG, que actúa contra el virus de la hepatitis B. Después, se aísla la sección de ADN donde se encuentra el gen, y se inserta a un plásmido como vector de transferencia, es decir, ese fragmento se unirá por ingeniería genética al material genético de otro ser vivo para poder ser dirigido a otro organismo, y posteriormente expresado en él. Los vectores que se utilizan en su mayoría son bacterias, como Agrobacterium tumefaciens; aunque algunas veces se usan otros métodos, como microinyecciones. Una vez que se cultivan las bacterias modificadas genéticamente, se introducen en plantas, convirtiéndose en plantas transgénicas transgénicas. Normalmente se usan en la planta de soja, arroz, trigo, patata, tabaco o tomate. Y son fáciles de cultivar, por lo que generan un gran número de vacunas. Estas vacunas también poseen otras ventajas como la dificultad que tienen de ser contaminadas por otros patógenos que puedan actuar en plantas, y que, además, afectan a mamíferos. Y tienen un mecanismo por el cual pliegan y ensamblan proteínas que son recombinantes, incluyéndose en la cadena de material genético de la planta, por chaperonas (proteínas que favorecen la función de las recombinantes ayudándoles a tener una estructura estable).

A pesar de ser una iniciativa de futuro, todavía hay que resolver algunos contras: los antígenos pueden degradarse en el intestino o en el estómago al ser digeridos, sin poder llegar a ejercer su función inmunitaria. Esta función, para que sea eficaz implica que es necesario incluir gran cantidad de antígenos para ser relevantes en el organismo. Y su consumo debe ser en la forma natural de la planta, por ejemplo, el fruto de la misma. Otro de los inconvenientes que podemos encontrar es la producción de reacciones alérgicas o la posible contaminación del entorno del cultivo. Actualmente, los científicos siguen trabajando para solucionar estos problemas y por nuevos proyectos como la posible vacuna al Virus de la Inmunodeficiencia Humana.


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Autor Laura Manzanares Alaminos

Estudiante del grado en Biología por la Universidad de Sevilla.


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