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El pulgar oponible: Costumbre extrañas, cacharros y cráneos

El pulgar oponible: Costumbre extrañas, cacharros y cráneos

Uno de los requisitos fundamentales para elaborar metodologías válidas en el campo de la Antropología Forense, es que éstas se hayan desarrollado a partir de colecciones de esqueletos previamente identificados. Esto quiere decir, que datos como el sexo, la edad o las patologías sean conocidos con anterioridad al estudio, gracias a información objetiva procedente de las partidas de defunción, registro civil o de los propios familiares.

Aunque el interés por la conservación de dichas colecciones osteológicas es de carácter relativamente reciente, la práctica de coleccionar elementos óseos humanos como trofeos de guerra o con fines religiosos ha sido muy frecuente a lo largo de la historia y en diferentes contextos socio-culturales. En Europa, estas colecciones pertenecerían a algunas monarquías y a la Iglesia Católica, formando parte de vastos relicarios o tesoros.

En el mundo cristiano, en el que la resurrección era una creencia muy arraigada, los estudios anatómicos de los muertos fueron especialmente problemáticos. Uno de los principales temores de la población era que la disección interferiría de modo alguno con este proceso, dejando, por lo tanto, al alma vagando eternamente en busca de partes perdidas.

Durante el Renacimiento, la fuerza de las sanciones religiosas contra la disección comenzó a debilitarse y, hacia el siglo XVI, los cirujanos en países protestantes como Inglaterra recibieron oficialmente la autorización para tomar los cuerpos de los criminales ahorcados y usarlos en sus estudios anatómicos. Esta práctica tenía un doble propósito, por un lado impulsaba las artes curativas; y por otro, servía como detrimento a aquellos criminales que temían la profanación de sus cuerpos.

Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, Rembrandt, 1932. Representación de una clase pública sobre anatomía

Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, Rembrandt, 1932. Representación de una clase pública sobre anatomía

Con el tiempo, tanto la comunidad científica como la sociedad, comenzaron a comprender la gran cantidad de información que era posible obtener con la disección de cadáveres y, por lo tanto, la necesidad de estos especímenes anatómicos aumentó tanto, que sobrepasó el suministro legal de criminales ejecutados. Es por esto, que los médicos comenzaron a obtener cada vez más cadáveres robando tumbas y contratando a ladrones de cuerpos, conocidos como los “resurreccionistas”. Prácticas así fueron frecuentes, incluso hasta el siglo XX, en países como Estados Unidos.

No obstante, hasta el siglo XVIII las colecciones osteológicas estaban más centradas en mostrar material óseo con rasgos patológicos singulares, que en la creación de colecciones documentadas de esqueletos con sexo y edad conocidos para el análisis de la variabilidad humana. Muchos de estos primeros coleccionistas eran médicos y, debido a su interés profesional en la Anatomía Humana, solían conservar muestras anatómicas en sus despachos.

Retrato de Manuel Baena, comúnmente conocido como el “Cabezón de Gabia”

Un ejemplo cercano de la conservación de estas rarezas esqueléticas puede ser el cráneo de Manuel Baena García, más comúnmente conocido como el “cabezón de Gabia”. Este célebre personaje granadino, nacido en julio de 1868 en Gabia la Grande, obtiene su apodo debido al volumen exagerado de su cráneo, consecuencia de la hidrocefalia congénita que padecía y que se puso de manifiesto desde prácticamente su nacimiento. Esta enfermedad hace que parte del líquido cefalorraquídeo (un líquido similar al agua que rodea y sirve de protección al cerebro y la médula espinal) se acumule dentro del cráneo, lo que hacía que, en aquella época, pacientes con esta enfermedad muriesen a una edad muy temprana. En el caso de Manuel Baena, la esperanza de vida fue tan elevada, que despertó la curiosidad de todos los equipos médicos de la ciudad. Tal fue su fama, que artistas como, el escultor anatómico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, Antonio Martín, o el pintor Ruiz Morales, realizaron diversas obras y retratos para perpetuar su imagen. El curioso cráneo del “cabezón de Gabia” se encuentra actualmente, perfectamente conservado, en el Laboratorio de Antropología Física de la Universidad de Granada.

A pesar de que el interés de los grandes museos e instituciones por la investigación del cuerpo humano, como disciplina académica, está vigente desde hace un par de siglos, las colecciones osteológicas de individuos identificados siguen siendo muy escasas, incluso a día de hoy. Los condicionantes socio-culturales, además del elevado coste personal, económico y temporal que conlleva el proceso de recuperación y preparación de los individuos para su posterior análisis, son las principales causas que provocan que el número de éstas sea tan reducido, lo que dificulta excesivamente la investigación de nuevas metodologías en el campo de la Antropología Física.


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Autor Enrique José Estévez Campo

Graduado en Antropología en la Universidad Complutense de Madrid, mi interés por la Antropología Biológica creció desde los primeros años de estudiante, lo que me llevó, posteriormente a finalizar mis estudios de grado, a cursar el Master en Antropología Física y Forense en la Universidad de Granada, en el que inicié mi trayectoria investigadora en el departamento de Medicina legal, Toxicología y Antropología Física. Actualmente acabo de doctorarme en Antropología Forense en la Universidad de Granada, especializándome en identificación infantil y el estudio de la variabilidad ósea entre los individuos en etapas tempranas del desarrollo humano.


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