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Ilustrar más, para divulgar mejor

Ilustrar más, para divulgar mejor

Siempre que predomine la rigurosidad, el objetivo de todo divulgador debe pasar por reformular la estructura y forma de cualquier conocimiento científico, de sus métodos y resultados, con el fin de que la información difundida a la sociedad sea clara, accesible, amena y estimulante. En este sentido, no es de extrañar que a la hora de divulgar uno tienda a recurrir al uso de imágenes como elementos de apoyo a sus palabras. En casi cualquiera de los canales comunicativos que se pueden utilizar para la divulgación, el empleo de imágenes para explicar un mensaje o para reforzar su línea narrativa, suele traer consigo una mejora en la eficacia informativa del mismo.

Infografía sobre la especie Vallonia costata. Información básica para su identificación (datos relativos a su concha) y localización (zonas en las que ha sido registrado).

Infografía sobre la especie Vallonia costata. Información básica para su identificación (datos relativos a su concha) y localización (zonas en las que ha sido registrado).

Para el ser humano, la vía sensorial por la que llega cualquier tipo de información influye enormemente en la capacidad de comprensión y retención por parte del cerebro. De entre todos los sentidos, la vista se erige como el más efectivo en ese aspecto. Somos seres primariamente visuales, percibimos el mundo de un modo visual. Sin embargo, es un hecho cotejado por la ciencia que la capacidad de comprensión a través del sentido de la vista varía mucho en función de si la información viene dada en forma de texto o de imágenes, siendo éstas últimas las claras vencedoras. No le faltaba razón a Aristóteles en su obra filosófica De Anima cuando decía que “el alma jamás intelige sin el concurso de una imagen”.

La presencia de fotografías, dibujos, ilustraciones o infografías (que combinan dibujos y textos) en ciencia divulgativa pueden hacer cualquier mensaje menos denso y abstracto, más asequible y rápido de transmitir, pero además, más atractivo. Mientras las fotografías inmortalizan un momento concreto, otorgándoles un aura de realismo y objetividad, los dibujos e ilustraciones brindan un sinfín de posibilidades al poder representar elementos difíciles -o imposibles- de fotografiar, disponerlos de la manera que uno considere, simplificar lo complejo o incluso reproducir procesos dinámicos (como los procesos metabólicos o algunos ciclos biológicos). Debido a las excelentes posibilidades de síntesis que ofrecen y a la información contextual que pueden albergar, son una magnífica alternativa a esos bloques de texto compacto que terminan por desincentivar al lector. En disciplinas como la zoología o la botánica, donde son tan importantes los aspectos morfológicos y otros rasgos taxonómicos, la persona que recibe la información tiende a necesitar de apoyos visuales para integrar los conceptos que se exponen. Por ejemplo, si la temática de este artículo tratase sobre cómo localizar e identificar el gasterópodo terrestre (o caracol terrestre) Vallonia costata (O.F. Müller 1774) en Andalucía, yo podría describir con todo lujo de detalles las características de su concha. Podría decir que presenta una concha cuyo diámetro oscila entre 2,1 – 2,7 mm, con entre 3 – 4 vueltas de espira, de color blanco amarillento, sólida y traslúcida, con una forma deprimida discoidal y una estriación fina e irregular. También podría dar sus datos de registro y distribución en Andalucía y aportar algún que otro detalle técnico, pero eso implicaría que tuviese que describir primero términos como el de “vueltas de espira” o especificar las zonas en las que se han observado ejemplares de esta especie. Pero por el tipo de lector al que va destinada esta información, y por el compromiso divulgativo de no aburrirlo, una infografía sería una de las mejores opciones para estructurar y presentar la información.

Ilustración a mano de Charles Darwin (1844) sobre cuatro especies de planarias. Como se observa, a pesar de no tener un dominio de lo artístico y técnico, la figura es correcta en su cometido académico. Imagen extraída de su obra Annals and Magazine on Natural History, Zoology, Botany and Geology; la cual está disponible bajo dominio público en la Biodiversity Heritage Library.

Ilustración a mano de Charles Darwin (1844) sobre cuatro especies de planarias. Como se observa, a pesar de no tener un dominio de lo artístico y técnico, la figura es correcta en su cometido académico. Imagen extraída de su obra Annals and Magazine on Natural History, Zoology, Botany and Geology; la cual está disponible bajo dominio público en la Biodiversity Heritage Library.

Estos tipos de elementos gráficos, junto con las ilustraciones, tienen el poder de despertar en el receptor su interés y curiosidad, invitándolo a mantener su atención y estimulando en él la lectura comprensiva y la escucha activa. No son pocos los estudios que han abordado esta cuestión y han concluido constatando este hecho. Algunos de ellos incluso han utilizado tecnología de seguimiento de ojos o eye-tracking para registrar el recorrido visual del lector, comprobando cómo existe un mayor nivel de atención y comprensión general en aquellos casos en los que se emplean estas imágenes.

En plena era de la comunicación, donde predominan las nuevas tecnologías de la información y las redes sociales han irrumpido con fuerza, las imágenes se han postulado como uno de los principales vehículos de comunicación, sobre todo entre las nuevas generaciones. Este incremento en el uso de recursos gráficos, por supuesto, también se ha visto reflejado en ciencia a nivel divulgativo. Sin embargo, esta tendencia a utilizar ilustraciones e infografías, a pesar de ser muy positiva, no es igual de acusada en el número de papers científicos publicados en los últimos veinte años.

Es por ello que la ciencia sigue requiriendo de más ilustraciones, de dibujos, de esquemas gráficos e infografías; y por tanto, de la participación de ilustradores. No todos los científicos, a pesar de que puedan poseer todo el conocimiento especializado de su campo, son capaces de ilustrar los procesos y conceptos teóricos que describen en sus artículos. Como ya dijo el influyente escritor británico y crítico de arte John Ruskin en su tratado de dibujo y pintura The laws of Fésole: “La anatomía es necesaria para la formación de un cirujano, la botánica para la de los botánicos, y la geología para la de los geólogos; pero ninguna de las tres disciplinas te capacita para dibujar una persona, una flor o una montaña”.

Resulta obvio pensar que, si uno tiene una amplia formación y experiencia sobre un tema de estudio, le resultará más sencillo plasmar en una imagen la idea general que pretende transmitir en comparación a aquel que no tenga dicho conocimiento. En la mayoría de los casos, cuando es el propio investigador el que realiza, por ejemplo, una ilustración, ésta suele cumplir con creces en los aspectos teóricos y académicos, pero no en aquellos más artísticos o estéticos. Por ello, acaban perdiendo en lo atractivo y, consecuentemente, en la impresión o el impacto que generan en el receptor.

No obstante, no es indispensable que el ilustrador sea científico, o viceversa. La elaboración de las imágenes no tiene por qué ser tarea exclusiva del investigador, también puede ser una labor que requiera de la colaboración de ambas figuras. Mientras la comunicación entre el científico y el ilustrador sea lo suficientemente rica, los objetivos estén bien definidos y se disponga de los recursos necesarios para que el ilustrador pueda documentarse; se podrán obtener excelentes resultados gráficos, garantizando el equilibrio entre rigurosidad y estética.

Aun así, personalmente, como ilustrador y amante de la ciencia, invito a todo lector de Hidden Nature, sea científico o no, a que practique dibujando o esquematizando y se divierta en el proceso. Existen estrategias de aprendizaje, como el dibujo generativo o generative drawing, basadas en el propio proceso de dibujar como método de asentamiento de conceptos. Está científicamente comprobado cómo el hecho de ir representando gráficamente a medida que vas leyendo sobre un tema mejora significativamente el nivel de comprensión del mensaje. Por todo ello, el dibujo se plantea como una herramienta excepcional durante el aprendizaje.

El anteriormente mencionado John Ruskin, a pesar de rechazar fervientemente muchas de las teorías de Charles Darwin, solía corresponderse por cartas con éste para tratar algunos temas. En varias ocasiones, Ruskin expresó su lamento sobre la falta de habilidad de Darwin para dibujar. Más bien, llegó a decir de él que era un ignorante del buen arte, con incapacidad para dibujar y con insensibilidad para el color. Aunque la dureza de estas palabras parecía proceder del propio rechazo que le generaba Darwin, el famoso naturalista era consciente de sus carencias como dibujante y así lo hizo constar en su autobiografía. Recordemos que la mayoría de los bocetos sobre sus observaciones durante la expedición del HMS Beagle fueron obra de otros científicos e ilustradores con los que colaboró a posteriori (entre los que se incluyen dos de sus hijos, George y Francis Darwin). Y es que hay que ilustrar más, para divulgar mejor. Y Darwin era consciente de ello, ya que a la vuelta de su expedición científica dejó una frase que lo deja patente: “La cantidad de información que he perdido por no saber dibujar”.


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Autor Francisco Jesús Moreno Racero

Biólogo. Apasionado de la ciencia y la ilustración científica digital. Sin la divulgación, la investigación pierde su significado social.


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