Es curioso cómo a lo largo del tiempo las especies han ido evolucionando y se han ido adaptando al ambiente en el que viven. Dependiendo, entre muchas variables, del ecosistema en el que se encuentren. De esta forma, si comparamos un oso polar, nacido en el Ártico, con un ave de la selva tropical, que vive en un paisaje lleno de tonalidades vivas como el verde de las plantas, encontramos muchas diferencias entre las diversas formas de adaptación de ambos animales. Si ahora pensamos en especies del mismo taxón, por ejemplo, los insectos, y nos fijamos en un orden concreto, como el de los Coleópteros, vemos que también hay mucha diversidad entre cada una de las especies. El escarabajo rinoceronte europeo (Oryctes nasicornis) posee un gran cuerno y colores marrones oscuros; el escarabajo de la menta (Chrysolina herbacea) un color verde metálico y es de menor tamaño. Aunque ambos se aproximen dentro de la taxonomía, a nivel morfológico la diferencia es abismal.
El pulpo rojo del Pacífico Oriental (Octopus rubescens) presenta una coloración roja; sin embargo, dependiendo de las necesidades que tenga para enfrentarse al medio, puede cambiar a tonos como amarillos, marrones o blancos. En algunas ocasiones incluso es capaz de cambiar la textura de la piel
Los colores, las formas, las texturas, etc., han sido producto de la evolución, pues viendo todo lo que tenemos a nuestro alrededor, ¿cómo no vamos a pensar que la naturaleza es arte? Aquí está la clave que nos explica cómo sin necesidad de pinceles ni brochas los seres vivos son una de las mayores obras de arte que tenemos en el mundo. No podemos olvidar que el arte es una extensión del humano, o tal vez al revés. El paisaje va cambiando con el tiempo, al igual que lo hacen las etapas a lo largo de la historia conforme cambian nuestros gustos en este ámbito. Sin embargo, los seres vivos no siguen principios estéticos, sino adaptaciones que en algunos casos, fueron seleccionadas por darle una ventaja evolutiva en los medios en los que vivían. Prueba de esto encontramos un fenómeno muy común en la naturaleza, pero a la vez muy eficaz: el camuflaje.
Podemos encontrar distintos tipos de camuflaje. Por ejemplo, la cripsis, o enmascaramiento, la cual se compone por animales que adquieren el mismo color que el sustrato en el que se están (homocromía); y los que además de hacer esto, son capaces también de adquirir la misma forma. Es muy usado sobre todo por animales marinos, como moluscos o peces, aves y algunos mamíferos principalmente. Un ejemplo que suele destacar son los moluscos del orden Octopodiformes, o más conocidos como pulpos. Son capaces de simular las texturas que le rodean, adaptándose perfectamente al paisaje, consiguiendo con ello pasar prácticamente inadvertidos.
En la primera imagen podemos ver una serpiente de coral venenosa, Micrurus tener; y en la otra fotografía observamos una falsa coral, Lampropeltis triangulum. Se diferencian porque las verdaderas corales siempre tienen un patrón de colores en los que los anillos amarillo y rojo están juntos. Si esto no ocurre, entonces estamos ante una falsa serpiente de coral.
Aunque muchas veces los animales no buscan esconderse, sino exhibirse. Hay varias razones que pueden llevarnos a este fenómeno, siendo una encontrar pareja para reproducirse. Pero otra gran razón es para advertir a los depredadores de que poseen defensas químicas, siendo, por lo tanto, peligrosas. Este concepto es conocido como aposematismo. Estas sustancias son venenosas o producen mal sabor para los depredadores, y se asocian a los colores gracias al mimetismo. El aposematismo se define como la exhibición cromática asociada a la defensa.
Hablamos de mimetismo mülleriano cuando hay imitaciones de coloración con presencia de dichas sustancias químicas. Por otro lado, el mimetismo Batesiano es propio de organismos que mantienen el color de otras especies aposemáticas pero que no poseen defensas químicas como anteriormente. Estos animales son totalmente inofensivos, pero al usar coloraciones propias de los que sí son peligrosos, el resto de seres vivos evitan atacarlos por no saber si lo son. Tiene mucho que ver el hecho de que las especies se encuentren en el mismo hábitat, ya que el mimetismo batesiano nace dentro de un círculo de individuos que sí poseen dichas defensas químicas. Cuando uno de esos individuos sigue teniendo la misma coloración pero no la adaptación de poseer defensas químicas, este se aprovecha de ello. La serpiente de coral (Micrurus tener) y la falsa serpiente de coral (Lampropeltis triangulum) poseen esta pauta en la coloración de manera que el coralillo falso no posee veneno, pero utiliza su coloración para aparentar esa advertencia de peligro.
Parece destacable poder encontrar esta amplia gama de tonalidades en los seres vivos, y todavía no se han descubierto muchas de las especies que habitan en nuestro planeta. Sin embargo, es muy posible que también utilicen estas adaptaciones al medio. Los colores son uno de los mayores rasgos para identificar la vida como arte, y es que los seres vivos necesitamos de este para poder vivir, ya sea por lo estético, o por la necesidad, como poder defenderse en el medio.
