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Comportamiento deimático

Comportamiento deimático

La competencia por la supervivencia se ha tornado en un complejo conjunto de estrategias y formas en el reino animal; un ejemplo de ello es la velocidad, que puede ser desde una veloz carrera para evitar ser capturado hasta un movimiento lento y cauteloso para evitar ser detectado. Pero por otro lado también está el depredador, que necesita ser capaz de capturar a sus presas. Así la evolución en el comportamiento tanto de las presas como depredadores ha sido a la par; algunas, descubiertas en la actualidad, son realmente sorprendentes. Más concretamente, en este artículo vamos a centrarnos en las interacciones depredador-presa, donde el depredador emplea una estrategia de caza y los mecanismos que utiliza la presa para evitar al depredador.

La selección natural permite que los animales aprendan nuevas respuestas apropiadas para la supervivencia a medida que se van produciendo cambios en su ambiente, favoreciendo no sólo a los cazadores más certeros, sino también a las presas más evasivas. Por ejemplo, algunos animales pasan inadvertidos a la vista, asemejándose a su entorno (cripsis), por el contrario, otros presentan colores y/o patrones llamativos en manifiesto de su alta peligrosidad, aunque también pueden ser avisos sonoros (aposematismo). También están los que imitan en formas y colores a otros organismos, que tratan de confundir a los depredadores (mimetismo).

El comportamiento deimático consiste en exhibiciones intimidantes o acciones diseñadas para alejar al posible depredador, que advierten un peligro potencial si intentan meterse con ellos. En muchos casos estos comportamientos van acompañados de sonidos, olores o una coloración de advertencia. Estas demostraciones se encuentran presentes en animales cuya capacidad de huir se ve sobrepasada por la velocidad del depredador, de tal manera que la adaptación conductual actúa como un mecanismo secundario después de que la presa haya sido detectada, mientras ésta permanezca desapercibida a los sentidos del depredador ya sea mimetizándose, utilizando camuflaje o alguna estrategia de interacción social se considera como un mecanismo primario.

El comportamiento deimático se encuentra muy presente en diferentes grupos de insectos como las mariposas, mantis y fásmidos. Muchas especies de mantis, por ejemplo, son conocidas por su comportamiento amenazador, siendo un sistema ideal para su estudio. Cuando una de ellas se ve en peligro, la mantis extiende sus patas delanteras y despliega sus alas, algunas con brillantes colores o con formas que parecen ojos, y algunas también pueden emitir sonidos. Otro ejemplo de este comportamiento lo presenta la esfinge ocelada (Smerinthus ocellata), que permanece camuflada cuando se encuentra sobre la corteza de los árboles, la hojarasca o madera; si es molestada ésta levantará sus alas delanteras quedando al descubierto las alas traseras, las cuales presentan un par de ocelos azulados (en forma de ojo). La esfinge realiza un movimiento de alas y cuerpo intimidando al depredador para alejarlo, haciéndole creer que se trata de un vertebrado con grandes ojos.

Demostración deimática de una mantis.

Demostración deimática de una mantis.

En cefalópodos, un estudio demostró que el comportamiento deimático en juveniles de la sepia común (Sepia officinalis) puede ser selectivo cuando se encuentra con diferentes depredadores. La defensa primaria de las sepias es el camuflaje, asemejándose increíblemente a su entorno visual. Las investigaciones demostraron que una vez que han sido detectadas por un depredador al estar en camuflaje, las exhibiciones en la sepia común consisten en mostrar dos manchas oculares contrastantes en el dorso y aplanamiento del cuerpo dando un aparente incremento de tamaño, dichas señales son dirigidas hacia el robalo (Dicentrarchus labrax) que se orienta visualmente, seguido del escape. Las respuestas ante cangrejos (Necora puber) y pintarrojas (Scyliorhinus canicula) por el contrario fueron escapar inmediatamente al ser encontradas o cambiar de color para volverse oscuras y, posteriormente, escapar. El enviar señales a depredadores cuyo sistema de detección es diferente al visual resulta arriesgado, ya que tales señales no son percibidas y pueden atraer la atención de otros. Las exhibiciones presentes en las mantis, la esfinge y la sepia no representan ningún peligro, pero puede asustar al depredador por un momento y dar la oportunidad de escapar.

Aunque sobre advertencia no hay engaño, muchas de las posturas amenazadoras no sólo son una falsa alarma; varios animales que presentan estas conductas contienen sustancias desagradables o tóxicas. Algunos anfibios (ranas y sapos) se inflan y se levantan sobre sus patas, dando un aspecto más grande; si el depredador hace el intento de comerlo, se llevará una experiencia desagradable, ya que comúnmente este comportamiento se presenta en especies con secreciones tóxicas. Por su parte, los fásmidos como el insecto palo se mezclan muy bien con su entorno, pero al sentirse amenazado este desplegará sus alas, algunos con vistosos colores; y si el peligro aumenta, rociarán un compuesto de sustancias químicas con olor desagradable e irritante, manteniendo a raya a la amenaza. En definitiva, la advertencia previa de la peligrosidad o no palatabilidad de la presa es una señal honesta.

Si bien muchos animales no se ven apetecibles, otros solo parecen un engaño y aunque logren alejar al depredador esto puede atraer la atención de depredadores cercanos. El comportamiento deimático puede ser una señal honesta o no, por parte de la rentabilidad de la presa. Sin embargo, cualquiera que sea de estas dos, siempre la naturaleza de estas demostraciones involucra un elemento sorpresa per se, que procura repeler el ataque. Se sabe que muchas especies se defienden de los depredadores utilizando complejas exhibiciones amenazantes y en algunos casos son selectivas, donde la presa puede cambiar de estar en perfecto camuflaje a sobresaltar para dar el mensaje de advertencia. El aprendizaje a través de las experiencias hace que un depredador evite tomar presas con colores o patrones llamativos, asociando una coloración conspicua con la peligrosidad o no palatabilidad que estas representan, en estos casos se trata de una coloración aposemática.

La mariposa macaón (Papilio machaon) al ser molestada, repentinamente extiende sus alas y aletea para alejar a aves depredadoras.

La mariposa macaón (Papilio machaon) al ser molestada, repentinamente extiende sus alas y aletea para alejar a aves depredadoras.

La mayoría de las señales son visuales, por lo tanto advierten a un depredador que, al verlas,  tendrá que tomar una decisión (retirada, abortar el ataque o un engaño). Se cree que la sorpresa repentina que se lleva el depredador pausa el ataque dando suficiente tiempo para que la presa escape. Sin embargo, esta debe de ser efectiva ya que requieren un costo de producción o mantenimiento, siendo una forma de comunicación entre la presa y el depredador, donde ambas partes se benefician de la transferencia de información.


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Autor Miguel E. Hernández Vázquez

Investigador independiente y fotógrafo de naturaleza, sus estudios se enfocan principalmente en la ecología e historia natural de la herpetofauna del sur de México.


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