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¿Por qué la Teoría de la Evolución es “sólo” una teoría?

¿Por qué la Teoría de la Evolución es “sólo” una teoría?

La Teoría de la Evolución se denomina así porque no es posible repetirla, es decir, una persona no puede observar y repetir la evolución de un individuo, y menos aún predecir cómo evolucionará a priori. Aún así, existen tantas pruebas y estudios que sostienen esta teoría que la comunidad científica lo considera como verdadero o como la hipótesis más válida. Aunque coloquialmente utilizamos teoría para referirnos a hipótesis, existen muchas teorías científicas que son hipótesis respaldadas en una gran cantidad de evidencias científicas.

El problema recae en el uso cotidiano de esta palabra, pues teoría se utiliza para expresar una idea o una especulación, casi más parecido a la definición de hipótesis que la de teoría en sí. Esto genera en el público múltiples malentendidos. Como comentamos en el apartado sobre “El método científico“, este término se define como:

Adquieren esta denominación todas aquellas hipótesis que tengan más probabilidades de ser correctas pero no puedan ser completamente demostradas matemáticamente.

Pese a que esa definición  pueda ser malentendida como una conjetura basada en información no concluyente, el hecho de que se utilice de esa manera no significa que no sea válida a nivel científico o, al menos, más válida que otras teorías. La diferencia con las demás radica en el número de pruebas, experimentación y contrastes que ha sido capaz de superar. Desde que una idea nace para explicar un suceso a modo de hipótesis hasta que se convierte en una teoría, se somete a muchas pruebas que buscan descartar esa hipótesis “a como dé lugar”. Ningún científico desea basar sus estudios en teorías poco fiables, pues significaría que hay posibilidades de que la investigación que nazca de ahí se vea afectada negativamente, por esta razón se hace una búsqueda exhaustiva de “huecos” en la teoría para descartarla.

 

Pero las teorías son refutables, ¿no?

Muchas teorías científicas están tan bien establecidas que hay muy pocas posibilidades de encontrar nuevos indicios que las refuten por completo, pese a que sí es posible que generen pequeñas modificaciones o que se le añadan mejoras para seguir explicando los sucesos.

Por ejemplo, es prácticamente imposible que encontremos evidencias que demuestren que los seres vivos no estén compuestos por células (como afirma la teoría celular), que la materia no está compuesta de átomos (teoría atómica) o, que la superficie de la Tierra no esté dividida en placas tectónicas que se encuentren en movimiento provocando la disposición terrestre que actualmente tenemos (como afirma la teoría de la tectónica de placas). Todas esas teorías han sido modificadas a lo largo del tiempo, pero no por ello tienen menos validez, al contrario, cada pequeña modificación refuerza la teoría.

Entendido esto, veamos el caso de la Teoría de la Evolución. Esta idea de evolución surgió como una hipótesis de Charles Darwin, un naturalista británico que propuso que los organismos no se adaptaban al ambiente (al contrario de lo que afirmaba el Lamarkismo) sino que, a causa de los cambios en el ambiente, los organismos que tuvieran más herramientas para adaptarse y transmitir sus genes a la descendencia serían los elegidos por la selección natural. De esta manera, como el ambiente y las circunstancias de la Tierra están en un constante cambio, debía existir una fuerza que hiciera que los organismos cambiasen aunque no fuera voluntariamente o por necesidad, de aquí nace el concepto de mutación. Las mutaciones son cambios en el ADN de los organismos que pueden provocar alteraciones a su vez en diferentes características del mismo, desde su comportamiento hasta su fisiología.

Dado que las mutaciones no son provocadas voluntariamente sino que ocurren de forma aleatoria y espontánea, bien por causas intrínsecas a la replicación del ADN o bien por agentes externos que “fuercen” dicho cambio, no todas resultan ser mutaciones beneficiosas que permitieran la supervivencia del individuo. Por esta razón podemos afirmar que existen mutaciones beneficiosas (ayudan a la supervivencia o a la transmisión de genes a la descendencia), neutras (ni aportan ni restan nada) y perjudiciales (provocan que el individuo tenga menos probabilidades de sobrevivir o transmitir sus genes).

Quizás llegados aquí te preguntes: ¿y esto qué tiene que ver? En realidad, mucho. Las mutaciones son una de las características de la Teoría de la Evolución que nos permite confirmarla como una teoría sólida, pues en un laboratorio es posible inducir determinadas mutaciones para observar los efectos que tiene sobre un organismo. Este es el sistema que nos ha permitido conocer cómo actúan o en qué intervienen determinados genes para el desarrollo de las enfermedades. Sabiendo que el ADN puede mutar y generar cambios sobre los organismos, entonces podríamos decir que los organismos están en un constante cambio y que algunos de estos cambios serán transmitidos a la descendencia, provocando que los hijos ya no sean iguales a los padres. De esta manera sobreviven aquellas bacterias más resistentes a nuestros antibióticos o, aquellos mosquitos a los que les afecte menos determinados insecticidas.

Una de las propiedades más útiles de las teorías científicas (y que a la vez ayudan a avalar dicha teoría) es que se pueden usar para hacer predicciones sobre sucesos naturales o sobre algún fenómeno que aún no haya tenido lugar. Por ejemplo, la teoría de la gravitación ya permitía predecir cómo se comportarían los objetos en el espacio o en otros planetas (más o menos), mucho antes de que los humanos consiguiéramos salir al espacio.

Si a esta información le sumamos que han pasado millones de años desde la aparición de los primeros organismos (4.000 millones de años como vimos en “Características que hacen a la Tierra un planeta habitable”), podemos intuir que, por mera probabilidad, los organismos actuales no son los mismos que en aquel entonces, por lo que hemos evolucionado. Además, los fósiles nos permiten construir una especie de “árboles genealógicos” de parentesco con otros organismos vivos y los ya extintos, a partir de comparaciones genéticas.

 

¿Por qué la Teoría de la Evolución es una teoría y no una ley?

Aquí surgen también muchas dudas sobre este concepto. En realidad existe una delgada línea difusa entre estos dos términos, que algunos científicos han achacado a que las leyes son una idea empírica que podemos observar y asumir automáticamente como cierta (cada vez que lances un objeto al aire, caerá debido a la gravedad) o porque puede ser demostrada matemáticamente. Pero lo cierto es que ambas definiciones tienen lo siguiente en común:

  • Ambas están basadas en hipótesis comprobadas
  • Ambas se respaldan en una gran cantidad de datos empíricos
  • Ambas buscan unificar las ideas de un campo del conocimiento
  • Ambas son ampliamente aceptadas por la gran mayoría (si no todos) los científicos dentro de una disciplina. Además, tanto las leyes científicas como las teorías científicas podrían mostrarse erróneas en algún momento si hay datos que así lo sugirieran.

Este último punto causa mucha controversia, porque “ley” coloquialmente suena a algo inquebrantable, constante e inflexible, pero para la ciencia, las leyes, no son algo absoluto; pueden existir excepciones, demostrar ser incorrectas o, mejorar a lo largo del tiempo con nuevas investigaciones. Por esta razón, dentro de la comunidad científica, la teoría no se considera una ley potencial. Teorías tan bien respaldadas por argumentos, experimentación y evidencias como la Teoría de la Evolución generalmente no se discuten, pues resulta innecesario hasta que alguna investigación la ponga a prueba, pese a no llegar a ser considerada Ley.

Por hacer una última comparación, hace relativamente poco (en el año 2011) surgió un experimento que parecía haber demostrado que existía algo que viajaba aún más rápido que la luz: los neutrinos. Ese descubrimiento ponía en una situación complicada a la teoría de la relatividad propuesta por Einstein, que afirmaba que la velocidad de la luz es una constante, generando que muchos aspectos de la física que en la actualidad estudiamos se pusieran en tela de juicio. Pero se continuaron los experimentos y verificó que dichos resultados habían ocurrido por un fallo técnico. ¿Habría sido fatal el hecho de refutar la teoría de la relatividad? Realmente no, cambiaría los modelos físicos, pero nos orientaría a unas investigaciones objetivamente más precisas y acordes con la realidad, por lo que al final sería un cambio positivo. Esto mismo pasa con la Teoría de la Evolución, pues se sigue investigando y añadiendo nuevos descubrimientos que van mejorando y confirmando esta teoría, aunque ya no es igual que la que propuso inicialmente Darwin, ha evolucionado.

Para los que os interese, una pequeña animación de TEDEd acerca de la diferencia entre Teoría y Ley (aunque no trata específicamente la Teoría de la Evolución):

 

 


Bibliografía relacionada:

  1. Science and Creationism: A View from the National Academy of Sciences, Second Edition (1999). Chapter: Evidence Supporting Biological Evolution. Disponible online: https://www.nap.edu/read/6024/chapter/4#10
  2. Kennesaw State University. “Scientific Laws and Theories”. Disponible online: http://facultyweb.kennesaw.edu/rmatson/links/theories.php
  3. Brumfiel, G. (2012) “Neutrinos not faster than light”. Nature News. Disponible online: https://www.nature.com/news/neutrinos-not-faster-than-light-1.10249

Este contenido está en constante actualización, por favor, si detectara algún error o tuviera alguna sugerencia, no dude en escribirnos un mensaje. Última modificación: 12 julio, 2019
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