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Investigación y cultura etnobotánica en España

Investigación y cultura etnobotánica en España

Los conocimientos etnobotánicos, en tanto al saber popular sobre las propiedades, potencial y usos de la flora local, recientemente han comenzado a incorporarse a la sistematización científica en un intento por rescatarlos y revalorizarlos. En términos generales, la mayor parte hacen referencia a qué especies vegetales son útiles o perjudiciales para el ser humano, encontrando usos como la aplicación alimenticia, medicinal, industrial, ornamental o agrosilvopastoral entre otros. En general, podemos concluir que la columna vertebral de la investigación etnobotánica trata del vínculo que existe entre las plantas y los seres humanos, cualquiera que sea el sentido con el que se aborda tal relación. A un nivel técnico, su importancia radica en su papel base en la búsqueda de alternativas en el manejo de los recursos vegetales a partir de la contingencia entre los saberes tradicionales y el saber científico. Si bien en muchos casos ha determinado que muchas prácticas tradicionales carezcan de fundamento o resultado más allá del efecto placebo, muchas otras veces se ha visto enriquecida y ampliada por ellas).

No debe confundirse la etnobotánica con prácticas pseudocientíficas como la medicina naturista o la homeopatía; la ciencia admite y recoge que las plantas poseen gran cantidad de sustancias con efectos sobre los seres humanos, pero se deben tener en cuenta que estos efectos también pueden ser perjudiciales, incluso tratándose de la misma sustancia. Asimismo, por muchas propiedades medicinales que pueda tener una planta, eso no la convierte en una cura directamente eficaz ni necesariamente sustitutiva de fármacos desarrollados y testados clínicamente. Precisamente por eso, la investigación en etnobotánica pretende entender, filtrar e incorporar el conocimiento tradicional sobre los usos de las plantas al conocimiento científico, lejos de romantizarse con la idea de un saber ancestral olvidado que debe abrazarse sin más, solamente por ser antiguo.

Esta disciplina está cobrando la mayor parte de su investigación en Hispanoamérica, esta última década se ha asomado modestamente en España, especialmente en forma de tesis doctorales. Su forma más habitual son catálogos y fichas de especies vegetales donde se recogen, además de su taxonomía y características descriptivas, sus usos aceptados recuperados desde la tradición rural. En ésta, encontramos que a menudo el hambre derivada de la escasez de alimentos tanto en cantidad como en variedad era calmada con el consumo de frutos silvestres (madroños, zarzamoras, frutilla o incluso bellotas en tiempos de necesidad extrema) o la masticación de hojas de acederas, de flores de madreselva o raíces de regaliz a modo de golosinas. En el norte de España, los frutos del castaño (típico de regiones eurosiberianas) se han recolectado y almacenado tradicionalmente para ser consumidos durante el invierno funcionando hasta hace poco tiempo como sustitutivos de alimentos como las patatas.

Asimismo, la gestión de la salud era eminentemente doméstica al no haber un sistema de sanidad pública; la presencia de los médicos en el ámbito rural era escasa y, a menudo, limitada a confirmar la muerte de los enfermos. Por ello, eran los curanderos y las personas mayores del hogar quienes tenían la responsabilidad de manejar toda una serie de “trucos” o “remedios caseros” con los que curar patologías cotidianas y en los que las plantas han jugado un papel protagonista. Si bien aquí encontramos muchas prácticas relacionadas con la magia y la superstición, también encontramos otras ligadas a las propiedades químicas confirmadas de especies vegetales que justifican, por ejemplo, que se hicieran vahos con hojas de eucalipto para los catarros; infusiones de eléboro para los parásitos intestinales; látex de algunas plantas para problemas dérmicos o emplastos de aceite de oliva y corteza de saúco para las quemaduras. Aún a día de hoy el uso de infusiones de manzanilla o menta poleo para problemas digestivos o beber tilas y valerianas para calmar los nervios, por ejemplo, se puede considerar una práctica etnobotánica más de la que participamos incluso en las ciudades.

Una gran parte de nuestro vínculo actual con la vegetación en España se lo debemos a los musulmanes que, desde principios del siglo VIII hasta finales del XV, habitaron prácticamente toda la Península Ibérica y, con su entrada, trajeron tanto nuevas especies como nuevas costumbres y nuevas técnicas agronómicas. No podemos pasar por alto que durante ochocientos años habitaron este territorio.

 Detalles de la decoración de la Alhambra (Granada). Entre los mo.vos que encontramos entre las yeserías del arte musulmán se encuentra el ataurique, un .po de decoración basado en la vegetación (piñas, flores, hojas)

Detalles de la decoración de la Alhambra (Granada). Entre los mo.vos que encontramos entre las yeserías del arte musulmán se encuentra el ataurique, un .po de decoración basado en la vegetación (piñas, flores, hojas)

Si la cultura que los romanos impusieron a los primitivos pueblos que habitaban la península nos ha aportado la tradición de cultivos de secano como el olivo, la vid y el trigo; la cultura musulmana que trajo consigo Abd al-Rhaman I nos ha legado cultivos de regadío como los cítricos, el arroz y plantas tropicales y subtropicales, como la sandía o las bananas. Además, aportaron usos para las plantas silvestres que en la Hispania Romana ni siquiera se sospechaban, tal como queda recogido en fuentes como El Calendario de Córdoba (siglo X): ajenjos amargos contra la picadura de escorpión; canela china y palo de bálsamo, nardo y azafrán y agrimonia para el estómago; aceites de avellano para uso cosmético y culinario, perfumes con toronjo y almizcle… Fueron los antiguos islámicos quienes inventaron la botica, precursora de la actual farmacia; de hecho, la mayor parte de fuentes clásicas o andalusíes que nos aportan información sobre los usos de las plantas en la Antigüedad tienen carácter medicinal (véase la obra del griego Dioscórides rescatada por los árabes o el Ibn al Baitar). Asimismo, los estudios toponínicos y su relación habitual con los nombres vernáculos de las especies vegetales silvestres con valor subjetivo en la población también aportan información sobre los usos de ciertas especies en la cultura local, incluso aportando datos para describir paisajes que hoy en día se encuentran alterados.

En el tratado De Materia Medica de Dioscórides se recogen numerosas especies vegetales con aplicaciones medicinales

En el tratado De Materia Medica de Dioscórides se recogen numerosas especies vegetales con aplicaciones medicinales

Como señala Menendez-Baceta (2012), no es una cuestión de que el uso de las plantas haya tenido un papel relevante restringido a la Edad Antigua y Medieval.  Hasta entrada la década de 1960, muchos habitantes de comarcas rurales de la Península Ibérica han dependido de una economía campesina de subsistencia. En tal contexto socioeconómico, con baja repercusión mercantil, las plantas y sus derivados siguen siendo un recurso ubicuo y versátil para muchos ámbitos de la vida cotidiana. De acuerdo con el estudio de Benítez Cruz sobre la etnobotánica del poniente granadino, por ejemplo, solo en esta región se han identificado 1612 usos diferentes de un total de 380 especies recopiladas en el catálogo de trabajo, de los cuales la mitad son medicinales.

En definitiva, al analizar la cantidad de prácticas que hunden sus raíces en el vínculo del ser humano con su entorno y la vegetación que le rodea se ve claramente difuminada la barrera conceptual entre cultura y naturaleza humanas. La ciencia, a través de concepciones como la etnobotánica, está intentando poner en valor en un mundo en el que muchos de estos conocimientos y significados pueden pronto olvidarse con la destrucción del medio natural y la desaparición de los últimos miembros que los conservan.


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Autor Juan Encina Santiso

Profesor de ciencias, graduado en Biología por la Universidad de Coruña y Máster en Profesorado de Educación Secundaria por la Universidad Pablo de Olavide. Colabora en proyectos de divulgación científica desde 2013 como redactor, editor, animador de talleres para estudiantes y ponente. Actualmente, estudia Psicología por la UNED.


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