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Pull-push, el usurpador de pesticidas

Pull-push, el usurpador de pesticidas

A día de hoy, la brecha entre cultivos de la población local en países en vías de desarrollo y los cultivos de grandes compañías, parece insalvable. Las compañías tienen una impresionante batería de transgénicos, herbicidas, pesticidas, fertilizantes, y presión económica a gobiernos que ayudan a aumentar la productividad. Por otro lado, un agricultor local tiene que conformarse con estrategias tradicionales, como rotaciones de cultivos, o la selección de éstos a lo largo de generaciones. Se podría discutir mucho sobre la sostenibilidad de ambas explotaciones.

La opinión popular concibe a las grandes compañías como un “monstruo que devora el planeta” y al agricultor tradicional como el hombre vinculado a la naturaleza que la respeta. Sin embargo, debemos recordar que esta visión romantizada choca mucho con la realidad, de hecho, cualquiera que trabaje asesorando agricultores sabe que la aceptación de medios respetuosos con la naturaleza es siempre muy conflictiva si se opone a métodos de cultivo tradicionales y que hay una tendencia generalizada al uso excesivo de herbicidas o pesticidas en la agricultura (expresado en el dicho “lo que diga el perito, más el puñadito”). En favor de que se elimine el impacto ambiental y sobre la salud de ambas formas de explotación, se están tomando medidas legales que cada vez restringen más el uso de pesticidas, y es en este campo donde conviene mirar atrás y buscar medios más sostenibles y accesibles para cualquier pequeño agricultor. Es especialmente interesante el cultivo push-pull, llevado a cabo en algunas zonas de África. Se trata de una combinación de plantas que, por sus características propias y una correcta disposición, sustituyen a herbicidas e incluso a fertilizantes.

Este método combina dos efectos, el efecto de ”empuje” (push) y el de “tirón” (pull), cada uno lo ejerce un conjunto de moléculas procedentes de un cultivo distinto. Estas moléculas son propias de las plantas, es decir, el método emplea una combinación concreta de cultivos que ya de por sí se defienden sin necesidad de pesticidas, y lo potencia mediante su correcta disposición. El efecto push lo ejerce el cultivo principal dispuesto en el centro o un cultivo acompañante a éste. Estos cultivos repelen mediante las defensas propias a los insectos herbívoros. Estas defensas son volátiles que vierten al medio, como si empujaran hacia fuera a la plaga. Este elemento también puede venir acompañado de toxinas que eliminen a los insectos que no sean repelidos u otras defensas. Por otra, parte el efecto pull es producto de atrayentes volátiles vertidos al aire por plantas trampa sembradas a ambos lados del cultivo push, tirando de la plaga hacia ellos. De ese modo se establece un “flujo” de los insectos herbívoros, que huyen del cultivo push, donde se concentra la producción agrícola, hacia el pull, que sólo nos sirve de cebo.

Las flechas azules muestran el efecto atrayente del pull, las rojas, el repelente ejercido por push. De esta forma el maíz queda aislado.

Las flechas azules muestran el efecto atrayente del pull, las rojas, el repelente ejercido por push. De esta forma el maíz queda aislado.

La primera planta empleada es el maíz, que constituye el cultivo principal, es decir, el que se va a explotar para consumo o comercialización. El uso de maíz no sólo beneficia por su valor nutricional, sino que también es acertado al ser una planta bien adaptada a las altas temperaturas que allí imperan, lo que genera una alta producción.

La segunda es la planta que ejerce de push, se trata de Desmodium uncinatum, una leguminosa que combina varias ventajas. Constituye el cultivo acompañante, por lo que se plantan en hileras muy cercanas al maíz. Principalmente generan una serie de compuestos isoprenoides (de la familia del colesterol o de las hormonas sexuales) capaces de evaporarse con gran facilidad y que, una vez en el aire, repelen a los insectos herbívoros, especialmente a mariposas (cuyas orugas pueden causar pérdidas importantes en la cosecha), y pulgones. Estos compuestos, a su vez, son atrayentes de avispas parasitoides. Éstas establecen una alianza con la planta: ella desprende sustancias que las atrae en presencia de pulgones u orugas; y la avispa, pone sus huevos en el interior de ellos, al eclosionar las larvas de avispa matan a los insectos herbívoros. De este modo, Desmodium evita las plagas, que serán reconducidas hacia el cultivo pull. Una vez se seca se aprovecha como forraje para el ganado. Pero además tiene otras dos ventajas: por un lado es una leguminosa, las plantas de esta familia establecen una simbiosis con bacterias en sus raíces, ella les ofrece refugio y nutrientes; y las bacterias, toman nitrógeno del aire y lo pasan a la raíz. Esto es importante porque, aunque el nitrógeno sea el componente mayoritario de la atmósfera, no puede ser usado directamente de ella por las plantas, que requieren una fijación previa por bacterias, que pasan el nitrógeno atmosférico (N2) a amonio (NH4) aprovechable por las plantas. Para que nos hagamos una idea de la importancia económica, Desmodium uncinatum puede llegar a ahorrar 160 kilogramos de abono por hectárea al año.

Por otro lado, Desmodium produce herbicidas naturales (productos alelopáticos) que atacan específicamente a plantas parásitas. Las plantas parásitas son muy poco conocidas, no se tratan de simples enredaderas que aprovechan a otras plantas de soporte. Son un amplio grupo de vegetales que viven hundiendo sus raíces no en el suelo, sino en otras plantas, absorbiendo de esta forma sus nutrientes. Esta forma de “vampirismo vegetal” llega a tal punto que muchas especies no tienen fotosíntesis, ya que todo lo obtienen de la huésped. Estas plantas son comunes en África, lo que le otorga un gran valor al papel de Desmodium.

Por último, está la planta pull sacrificada. Se emplea una gramínea llamada hierba elefante (Pennisetum purpureum) que vierte a la atmósfera otros componentes que atraen a las plagas. En conjunto es el equivalente a decir a los insectos “no vayáis al maíz, venid a la hierba de elefante”, sacrificando así una planta sin valor económico para proteger al maíz. Para alejar a las plagas, se siembra en el perímetro del cultivo y en paralelo con las hileras de maíz y Desmodium.

Al prescindir de los potentes pesticidas artificiales, esta técnica pierde cierta productividad, pero es mucho más sostenible, económica y conlleva una mejora en la salud del agricultor. Además, le permite el doble cultivo de forraje y maíz en una misma era. Otro punto muy interesante es el potencial de este método si se mejorara mediante transgénicos que produjeran mayor cantidad de repelentes en el cultivo push y de atrayentes en el pull, así como más capacidad defensiva en el cultivo pull, para evitar que en él prospere la plaga. Por lo que esta técnica tal vez prospere en un futuro, conforme la concienciación hacia metodologías más sostenible, sean necesarias.


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Autor Manuel Fernández Moreno

Estudiante del grado en Biología por la Universidad de Sevilla. Entusiasta de la Biología Molecular y la Fisiología Vegetal. Actualmente miembro del grupo de Metabolismo y Señalización Celular del Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa.


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