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La ciencia detrás del té

La ciencia detrás del té

Mundialmente conocido y extendido por todo el planeta, el té se ha convertido en una de las bebidas más consumidas a nivel mundial, por debajo del agua. Todas las variedades de esta popular infusión se obtienen de Camellia sinensis, conocida como planta del té, un vegetal perenne que posee una gran raíz, y que puede llegar a medir de uno a nueve metros de altura en estado salvaje. Dentro de esta especie podemos encontrar a C. sinensis assamica y C. sinensis sinensis, que bien por separado o en combinación generan todas las variedades de té conocidas. Esta última variedad crece mejor en laderas escarpadas, en condiciones de baja temperatura y altitudes de hasta 3.000 metros. Por otro lado, la variedad asámica, proveniente de la India, prefiere climas más húmedos y temperaturas cálidas, lo que da lugar a ejemplares más grandes, pudiendo medir entre nueve y 18 metros de altura.

Las hojas de la planta del té son glabras y de bordes serrados. Las flores, axilares, son solitarias o se pueden encontrar en grupos de tres

Las hojas de la planta del té son glabras y de bordes serrados. Las flores, axilares, son solitarias o se pueden encontrar en grupos de tres

Para obtener el té, C. sinensis¸en cualquiera de sus variedades, es recortada hasta obtener un arbusto de unos dos metros de alto, que no solo favorece la recolección sino también el rebrote de hojas nuevas de manera continuada. La altitud idónea es de unos 1.500 metros, altura en la que las plantas crecen de forma pausada y las hojas intensifican su sabor. Una vez las hojas son recolectadas, sufren un proceso de secado y, en algunos casos, fermentado, lo que dará lugar a la amplia variedad de tés existentes distinguibles por su color y su sabor. Estas características dependerán de la composición química presente en las hojas, y a su vez del grado de secado y fermentado sufrido durante el proceso de obtención.

¿POR QUÉ ES TAN BENEFICIOSO EL TÉ?

Si podemos destacar algunas variedades de té, esas son el té verde y el té negro. El té verde, obtenido mediante un secado inmediato de las hojas jóvenes y sin ningún proceso de fermentación, es conocido y estudiado por sus múltiples beneficios. Esta actividad beneficiosa es debida a que sus hojas contienen flavonoles y catequinas. Estas últimas son las más abundantes y poseen propiedades antioxidantes y antineoplásicas que podrían ayudar a prevenir (aunque no evitar) ciertos tipos de cáncer, como puede ser el de próstata, de mama o de pulmón. La fuerte actividad antitumoral se atribuye mayormente a la epigalocatequina-3-galato (EGCG), la más activa de las catequinas presentes en el té. Además, la presencia de estos polifenoles, en concentraciones de un 30-42% en 250-350 mg de té sólido, está relacionada con una buena actividad cardiovascular, debido a que el té verde causa un incremento en la actividad de las enzimas implicadas en la protección celular contra especies reactivas del oxígeno, como la superóxido dismutasa y la catalasa, en la aorta.

Así mismo, las catequinas afectan al metabolismo de lípidos en diferentes rutas, disminuyendo la absorción de triglicéridos y colesterol y consecuentemente fomentando la excreción de grasa.

También es reseñable su capacidad para mejorar la regulación del metabolismo de la glucosa y la señalización de la insulina, altamente relacionada con la aparición de diabetes.

Pero, en contra de lo que se pensaba, no solo el té verde es beneficioso. El té negro, obtenido tras el secado de las hojas y un proceso de fermentación (también llamada oxidación) completa, parece poseer los mismos atributos promotores de la salud. Esta elaboración (que se obtiene exponiendo inicialmente las hojas de C. sinensis al aire, promoviendo su oxidación) favorece la presencia de un mayor número de catequinas oxidadas o condensadas a teaflavinas y tearubiginas, teniendo las primeras propiedades en la reducción de los niveles de colesterol en sangre. Además de las propiedades preventivas contra el cáncer que ya comentamos y mantenimiento de buen rendimiento cardiovascular.

Los polifenoles como catequinas, teaflavinas y tearubiginas son los componentes activos del té, pero no los únicos que se encuentran presentes en sus hojas, independientemente de las variedades. Pero, como hemos comentado previamente, la cantidad de estas sustancias no es estable, y viene determinada por el grado de oxidación que sufren las hojas, siendo mayor la concentración de determinados compuestos cuando el grado de oxidación es mayor.

No es de extrañar la gran popularidad de esta bebida, consumida a diario por millones de personas en todo el mundo, debido a sus múltiples beneficios para la salud. Pero, antes de apresurarnos a tomarlo, tenemos que tener en cuenta que no todas las infusiones tienen por qué ser té. Hay una gran variedad de bebidas, como pueden ser el mate, la tila, el té de menta (irónicamente), o la manzanilla; todas ellas con sus propiedades y efectos, pero extraíbles de otras plantas distintas a C. sinensis.

Originariamente, el té se preparaba vertiendo la hoja arrancada directamente en agua hirviendo, técnica también utilizada por otras bebidas similares al té

Originariamente, el té se preparaba vertiendo la hoja arrancada directamente en agua hirviendo, técnica también utilizada por otras bebidas similares al té

El cáncer es una de las enfermedades que más incidencia tiene en los seres humanos, y, aunque el té no puede evitar que la padezcamos, ha demostrado que existen motivos suficientes para decidir beberlo más a menudo.


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Autor Ana Gómez

Bióloga, amante de los perros, las libélulas, y la vida en general.


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