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Infografía: Invasión de cotorras en España

Infografía: Invasión de cotorras en España

El comercio de fauna es un negocio internacionalmente lucrativo y el grupo de los psitaciformes (loros y similares) es el más comercializado. La suelta de estas aves fuera de sus zonas de origen, ya fuera de forma accidental o intencionada, son posibles amenazas para la biodiversidad del lugar y para la agricultura y posibles fuentes de transmisión de enfermedades zoonóticas. Desde 1975 hasta el 2005 muchas de estas aves exóticas fueron introducidas legalmente en España, de las cuales, dos especies que ahora se han convertido en un problema son: Cotorra argentina (Myiopsita monachus) y la Cotorra de Kramer (Psittacula krameri). Si no lo sabías, de la primera, y según registros de CITES (The Convention on International Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora) se introdujeron en España aprox. 190.000 individuos procedentes de Argentina y Uruguay principalmente; de la segunda, unos 63.000 individuos de Pakistán y Senegal, en su mayoría. Y en 2005 dejaron de comercializarse porque se prohibió. Llegado el año 2015, se contabilizaban alrededor de 20.000 individuos de cotorras argentina en poblaciones asilvestradas en toda España; mientras que unos 3.000 eran cotorras de Kramer.

El comercio de animales como mascotas ha sido siempre una actividad persistente a lo largo de la historia. Hoy día, ya sea de forma legal o ilegal, se ha incrementado de forma drástica, por lo que este comercio se ha convertido en una amenaza directa para la biodiversidad que puede causar enfermedades zoonóticas o invasiones biológicas.

En concreto, más de un millón de cotorras de más de 250 especies diferentes fueron importadas legalmente a España, de los cuales la mayoría pertenecen a 3 géneros: Agapornis (400.000 individuos aprox.), Myiopsitta (200.000 individuos aprox.) y Psittacula (60.000 individuos, de los cuales aprox. el 95% eran cotorras de Kramer). Si nos fijamos en especies cotorras argentinas y de Kramer eran la segunda y la quinta especie más comercializadas de todas. EL 99,9% fueron importadas como mascotas.

El crecimiento de ambas especies en grupos asilvestrados pasó del millar de cotorras argentinas en 1997 a 3.000 ejemplares en 2002 y unos 20.000 en 2015; mientras que cotorras de kramer, en 1997 había un centenar, que se triplicó para el 2002 y para el 2015 pasaron a ser unas 3000. El mayor crecimiento de estas poblaciones se produjo mientras se permitía su comercialización, para cuando se quiso parar, las poblaciones asilvestradas eran autosuficientes y continuaron creciendo.

¿Y por qué estas especies encontraron en España un lugar para quedarse? Al parecer, la procedencia de estas especies era en su mayoría de capturas silvestres permitidas o desconocidas, por lo que estos animales no habían sido domesticados. La suelta accidental o intencionada de individuos provocó que estas especies buscaran la mejor forma de adaptarse al nuevo hábitat, con mucho mayor éxito que aquellas que hubieran sido domesticadas o provenientes de cría en cautividad. ¿Por qué no ocurrió esto mismo con el género Agapornis? El caso era diferente, la gran mayoría (99%) de estos individuos provenían de especies domesticadas o de cría en cautividad, por lo que su instinto de supervivencia no era tan fuerte, con el consecuente fallo a la hora de establecerse en el nuevo entorno (menos agresivas, más depredadas, menos capacidad de buscar alimento).

La gripe aviar a principios del 2000 produjo que se paralizara todo tipo de comercialización en 2005 de aves domésticas y exóticas debido a la alerta mundial de peligro de salud. Para 2007 y 2008 las leyes fueron aún más restrictivas ante los posibles problemas de salud y de especies invasoras. Aún así, el crecimiento de las poblaciones silvestres ya establecidas continuó creciendo.

Aún así, otras especies de aves exóticas siguen comercializándose, y no existen restricciones o todavía no son una amenaza para España, pero sí podrían hibridar con otras especies de la zona, lo que puede hacer que el mismo problema vuelva a ocurrir, pero con otro nombre. Dado el lento crecimiento de estas poblaciones en las primeras fases del asentamiento, puede que las alarmas no salten ahora, pero cuando lo hagan sea demasiado tarde como nos ha pasado con el caso de las cotorras. La educación y la divulgación científica sobre especies exóticas invasoras y sus consecuencias negativas para la biodiversidad o la sociedad en sí, es una de las mejores formas de prevención ante posibles futuros problemas.


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Autor Francisco Gálvez Prada

Licenciado en Biología. Socio fundador del Centro de Investigación y Desarrollo de Recursos Científicos - BioScripts. CEO en IguannaWeb y CTO en Hidden Nature.


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