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Contaminación por metales pesados

Contaminación por metales pesados

La contaminación es uno de los principales problemas ambientales a escala global. La mayor parte de los contaminantes provienen de actividades humanas, como la industria, la agricultura y las actividades domésticas. Y entre las diferentes sustancias o elementos contaminantes encontramos a los metales pesados.

El término metales pesados hace referencia a un grupo de metales y metaloides que a menudo causan toxicidad en los organismos, además de problemas ecológicos en el medio ambiente. En concentraciones altas, estos metales pueden causar problemas de toxicidad en humanos. La dosis es algo esencial para conocer el riesgo tóxico, ya que estos metales no son biodegradables y se van acumulando en nuestro organismo. Si los metales se empiezan a acumular en nuestro cuerpo, pueden comenzar a sustituir a otros elementos que sí necesitamos para vivir y alteran procesos fisiológicos básicos pudiendo desembocar en diferentes enfermedades. Los elementos más tóxicos para los humanos y animales son el mercurio, el plomo, el cadmio, el cromo y el arsénico; mientras que para las plantas son el cobre, el níquel, el cobalto y el cinc.

Mina Grasberg (Indonesia). Es la mina de oro más grande del mundo donde también se extraen cobre y plata. Es una mina a cielo abierto con un cráter de más de un kilómetro y medio de ancho en superficie (Fuente Wikimedia commons).

Mina Grasberg (Indonesia). Es la mina de oro más grande del mundo donde también se extraen cobre y plata. Es una mina a cielo abierto con un cráter de más de un kilómetro y medio de ancho en superficie (Fuente Wikimedia commons).

Los metales pesados se encuentran de manera natural en los suelos, normalmente en bajas concentraciones. Estos son extraídos del suelo mediante las actividades mineras que se desarrollan por todo el mundo. Con ellos fabricamos numerosos productos, como pueden ser pesticidas, pinturas, baterías, motores, cables, etc., que durante su extracción y fabricación, y también tras su uso, como basura, contaminan los suelos.

Por lo tanto, los metales pesados han contribuido al desarrollo industrial y tecnológico pero conlleva unos daños importantes en la naturaleza: destrucción de la superficie terrestre, contaminación, efectos en los ecosistemas, daños en animales y plantas y riesgos para la salud humana.

Estado del Corredor Verde del Guadiamar en 2017. Vista desde la balsa donde se originó el vertido.

Estado del Corredor Verde del Guadiamar en 2017. Vista desde la balsa donde se originó el vertido.

De entre todos estos daños, vamos a hablar de la contaminación por metales pesados y conoceremos un caso de riesgo para la salud humana.

Los metales pesados pueden contaminar la atmósfera, el suelo y el agua. El mercurio, el arsénico y el selenio, a altas temperaturas pueden convertirse en gases y liberarse al aire. El principal problema de estos gases es que pueden depositarse en diferentes lugares según las corrientes y contaminar otros sistemas o ser respirados. El mayor impacto de una mina sucede en el agua, ya que necesita grandes cantidades durante la actividad minera y genera mucha agua contaminada. En una mina es esencial recoger todas las aguas que tienen contacto con la mina, como ríos, arroyos o el agua de lluvia, y depurarlas antes de soltarlas en el medio ambiente. También hay que controlar que no haya filtraciones de aguas contaminadas de las balsas donde se apilan los desechos de la minería. Las aguas de minas, aparte de estar cargadas de metales pesados, son normalmente ácidas. Si estas aguas son liberadas contaminan las aguas superficiales y subterráneas que se encuentran en su entorno. Esta contaminación puede matar a animales como peces y crustáceos de río, al ganado que ingiere esas aguas, pudiendo destruir los suelos y la vegetación de la ribera del río y los cultivos.

Uno de los casos más relevantes de contaminación por metales pesados en España y Europa sucedió en el actual Corredor Verde del Guadiamar, cuando en 1998 se produjo el desastre minero de Aznalcóllar (Sevilla). La balsa donde se recogían los residuos mineros sufrió una rotura, vertiendo sobre el río Guadiamar y en los terrenos de cultivo cercanos grandes cantidades de lodos tóxicos y aguas ácidas.

A la izquierda seta de la especie Volvopluteus gloiocephalus y a la derecha seta de la especie Laccaria laccata.

A la izquierda seta de la especie Volvopluteus gloiocephalus y a la derecha seta de la especie Laccaria laccata.

Tras este desastre, se empezó a trabajar rápidamente en la restauración de toda la zona afectada que llegó hasta las puertas de Doñana. Se eliminaron los lodos, se recuperó el suelo y se plantaron millones de árboles creando un nuevo ecosistema natural. Todo ese trabajo ayudó a recuperar la zona pero todavía hay restos de contaminación, ya que no puede ser degradada. Los metales pesados o bien son desplazados a otros ecosistemas o son almacenados en el propio suelo y en los seres vivos que allí habitan.

El último estudio realizado en la zona persigue conocer cómo estos metales pesados pueden ser acumulados en las setas silvestres. Las setas son los cuerpos fructíferos de los hongos los cuales viven bajo tierra y realizan tareas importantes de descomposición de los restos de plantas y animales. Ya se conoce que las setas acumulan grandes cantidades de metales pesados, por lo que este estudio cuantificó la concentración de metales pesados en dos setas comestibles: Volvopluteus gloiocephalus y Laccaria laccata.

En el suelo donde crecen estas setas se midieron valores de cobre, plomo y cinc mayores a los de suelos no afectados, indicando que hay restos de contaminación. Mientras que en las setas se descubrió una acumulación de cadmio y cobre. El riesgo de toxicidad por el consumo de estas setas se calculó y se conoció que un consumo moderado de estas setas al día cubriría la cantidad de cadmio máxima recomendada por consumo. Por lo tanto, podría existir un riesgo de toxicidad por consumo humano de estas setas. Se recuerda la importancia de seguir vigilando las zonas contaminadas por metales pesados años después del evento contaminante y mantener las prohibiciones sobre el aprovechamiento de recursos naturales para su consumo.


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Autor Marta Gil Martínez

Investigadora en ecología con especial interés en la restauración de ecosistemas terrestres para la recuperación de la biodiversidad. Investigo los suelos para conocer de qué manera son capaces de sustentar vida. Actualmente trabajo en el IRNAS-CSIC de Sevilla donde estudio las comunidades microbianas en diferentes tipos de suelos y las relaciones de simbiosis que realizan los microorganismos con las plantas.


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