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¿Por qué el sexo?

¿Por qué el sexo?

El sexo, etimológicamente, puede referirse al género (hombre o mujer), a una forma de reproducción (reproducción sexual) o a la actividad sexual placentera entre dos personas. Y, aunque a nosotros como especie humana nos parezca que la reproducción sexual es algo normal, explicar por qué existe el sexo es una de las mayores preguntas en el ámbito de la Biología que sigue sin una respuesta definitiva.

Aquellos seres vivos capaces de reproducirse sexualmente —como es el caso de los seres humanos y de la mayoría de organismos eucariotas— unen dos gametos para producir un zigoto que generará un individuo que combina la información genética de ambos progenitores. Sin embargo, en esta unión no se produce una simple suma de la cantidad de material genético de ambos individuos, ya que esto resultaría en un zigoto con el doble de cromosomas que sus progenitores. Al cabo de unas generaciones, esto sería inviable debido a la enorme cantidad de cromosomas que se acumularían y, de hecho, no ocurre así. Para solventar este problema, los seres vivos poseemos un mecanismo que nos permite mantener a los organismos venideros con la misma carga génica que sus generaciones anteriores: la meiosis. Mediante este mecanismo podemos generar gametos haploides (con un juego de cromosomas) que serán los encargados de combinarse con otro gameto haploide para dar finalmente un zigoto diploide viable.

Aunque explicar el surgimiento de la meiosis en la evolución merece una entrada completa, aquí veremos las teorías evolutivas que apoyan la persistencia de la reproducción sexual frente a la asexual. Esta cuestión es más compleja de lo que uno pueda pensar en principio, y es que el sexo presenta una gran cantidad de inconvenientes (así como ventajas) si lo comparamos con la reproducción asexual.

En primer lugar, hay que preguntarse por qué el sexo es tan exitoso evolutivamente si la reproducción asexual genera más descendencia y por tanto sería más ventajosa a lo largo del tiempo (figura 1).

Simulación del crecimiento de dos poblaciones, una sexual y otra asexual, con dos individuos en la generación cero. Se supone disponibilidad ilimitada de recursos e individuos inmortales a lo largo de las generaciones.

Simulación del crecimiento de dos poblaciones, una sexual y otra asexual, con dos individuos en la generación cero. Se supone disponibilidad ilimitada de recursos e individuos inmortales a lo largo de las generaciones.

Reproducirse sexualmente conlleva, además, un coste energético enorme: desde desarrollar células especiales (gametos) hasta encontrar pareja y competir entre individuos para finalmente aparearse. Todas estas desventajas deben estar justificadas por otras ventajas que expliquen la perpetuación del sexo como tipo de reproducción, sin que este no sea sustituido por otro más simple como puede ser la partenogénesis (capacidad de desarrollar un zigoto sin la necesidad de ser fertilizado).

Así, la primera hipótesis que explica el por qué del sexo sostiene que la reproducción sexual genera más variabilidad genética que la asexual. Esta idea, propuesta inicialmente por August Weismann a finales del siglo XIX fue apoyada posteriormente por Graham Bell, nombrándola hipótesis del ribazo enmarañado. Surge a consecuencia del Origen de las Especies de Charles Darwin y postula que la reproducción sexual favorece mayor multitud de genotipos, algunos de los cuales podría tener mayores opciones de sobrevivir que los genotipos ya existentes. Además, al haber mayor variación, habría menos competencia entre diferentes individuos al poder explotar nichos ligeramente diferentes unos de otros.

El sexo, además, puede ayudar a eliminar mutaciones perjudiciales o bien producir poblaciones con una menor cantidad de mutaciones deletéreas. Esto lo apoyan hipótesis como la del trinquete de Muller o la hipótesis de la mutación determinista de Kondrashov. Sin embargo, estas ideas se centran en eliminar aspectos negativos (mutaciones perjudiciales) más que en proporcionar una ventaja adaptativa frente a la reproducción asexual.

Una de las hipótesis mayoritariamente apoyadas por la comunidad científica para explicar el porqué de la reproducción sexual es la hipótesis de la “Reina Roja”. Esta teoría es bien conocida en los campos de la Etología y la Ecología, y se basa en una carrera de armamento entre dos individuos, es decir, una coevolución. Si pensamos en una población hospedadora y otra que la parasita, se produciría una carrera de armamentos entre ambas, siempre en constante evolución para parasitar, así como evitar ser parasitado. El sexo en este caso podría proporcionar una ventaja evolutiva al generar individuos “diferentes” que eviten en cierta medida al parásito, al contrario que una población asexual donde todos los individuos serán clones y, por tanto, fácilmente parasitables.

Potamopyrgus antipodarum.

Potamopyrgus antipodarum.

Al final, las hipótesis mencionadas anteriormente (que no son todas las propuestas), aunque no son excluyentes, no son válidas en todas las ocasiones y por tanto, actualmente no hay una respuesta única definitiva. Además, en la naturaleza existen organismos que pueden reproducirse tanto sexual como asexualmente, como el caracol del cieno (Potamopyrgus antipodarum). Es quizás, en estos organismos donde esté la clave para explicar la respuesta a la reproducción sexual, algo tan cotidiano para nosotros, pero que todavía no entendemos por completo.


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Autor Pablo Macías

Extremeño, Biólogo graduado y dibujante aficionado. Desde siempre he sentido pasión por la naturaleza y en especial por las aves, lo que me impulsó a estudiar Biología. Actualmente continúo formándome en el máster de Ecología en la Universidad de Copenhague con el fin de comprender mejor el mundo que nos rodea. Mis prismáticos y un cuaderno de campo siempre me acompañan allá donde vaya.


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