954 09 75 24    revista@hidden-nature.com

Marismas y estuarios

Marismas y estuarios

Los ecosistemas acuáticos funcionan como áreas de cría de muchas especies marinas que son posteriormente pescadas en mar y terminan en nuestros mercados. Entre los ambientes marinos y los terrestres, el agua salada del mar y dulce de los ríos se mezclan formando una serie de ecosistemas costeros de transición, que llamamos comúnmente marismas y estuarios. En ellas se encuentran comunidades biológicas diversas, adaptadas a drásticos cambios ambientales como variaciones importantes en el nivel, la temperatura y la salinidad de sus aguas. La temperatura y la salinidad del agua pueden variar sustancialmente en cuestión de horas, por ello, las especies con resistencia a cambios ambientales son capaces de habitar estos ecosistemas de transición. Esta adaptación a los cambios de temperatura y salinidad puede darse a nivel molecular, en la configuración de las proteínas o por variaciones de la expresión génica; o a nivel de organismo porque posean fisiológicamente una buena capacidad de regular el contenido de las sales entre el medio interno (su cuerpo) y el medio externo (el agua salobre).

Esquema del ciclo de materia realizada por Enrique Gonzalez Ortegon

Esquema del ciclo de materia realizada por Enrique Gonzalez Ortegon

 

Otras especies menos tolerantes los usan con éxito con adaptaciones a nivel de comportamiento, con movimientos acoplados a las mareas o al ciclo de luz, que les permiten mantenerse en condiciones ambientales más óptimas.

La acumulación de sedimento da soporte al crecimiento de vegetación y genera hábitats peculiarmente someros que dan refugio a numerosas especies marinas. Estos lugares son, sin duda, ricos, productivos y altamente valiosos para el desarrollo de las pesquerías en la zona costera adyacente. Por ejemplo, la entrada de juveniles de boquerón en verano en el estuario del Guadalquivir (SO de España) en busca de alimento y refugio, permite en parte el desarrollo de una pesquería de esta especie en el Golfo de Cádiz. El alto número de especies y la elevada densidad de algunas de ellas, ponen en relieve el papel fundamental de estos ecosistemas como áreas de cría. En la zona baja del estuario del Guadalquivir destacan los crustáceos decápodos, como por ejemplo la quisquilla (P. serratus), el camarón de salina (P. varians) o el langostino (Penaeus kerathurus), y las de peces, como el lenguado (Solea senegalensis), la dorada (Sparus aurata), el boquerón (Engraulis encrasicolus), la baila (Dicentrarchus punctatus), el róbalo (D. labrax), la corvina (Argyrosomus regius), la anguila (Anguila anguila) y; en menor medida aunque no menos importante, la sardina (Sardina pilchardus). Estos organismos entran en el estuario, posiblemente atraídos por las elevadas concentraciones de alimentos (pequeños crustáceos, principalmente los copépodos y los misidáceos) que existen en sus aguas, y se establecen en la zona donde la salinidad del agua y las altas temperaturas estivales no les causen un estrés fisiológico excesivo.

Añadido a estos encontramos a los misidáceos, un importante componente de los estuarios. Estos pequeños crustáceos pueden ser depredadores, y formar parte de comunidades zooplanctónicas; o bien detritívoros, alimentándose de materia orgánica muerta. Tanto los misidáceos como los juveniles de crustáceos decápodos explotan la diversidad de recursos alimenticios, y son un enlace importante en las redes tróficas basadas en el detrito. En los estuarios europeos, los juveniles de la mayoría de las especies de peces se alimentan del misidáceo Neomysis integer y de juveniles de un crustáceo decápodo la catalineta o Crangon crangon; en el estuario del Guadalquivir, sin embargo, la especie de misidáceo Mesopodopsis slabberi es la más depredada por los juveniles de peces. De acuerdo con las elevadas densidades y la alta producción por unidad de biomasa (índice P/B) de las poblaciones de misidáceos (especialmente la de M. slabberi), así como con sus hábitos alimentarios y los de sus depredadores, se puede concluir que los misidáceos desempeñan un papel esencial como enlace trófico entre los niveles inferiores (detritus, bucle microbiano, producción fitoplanctónica y zooplanctónica de menor tamaño) y los superiores (peces y crustáceos decápodos); y en consecuencia, en la función que el estuario realiza como zona de cría de especies marinas de interés pesquero en el Golfo de Cádiz. Toda esta cadena de especies da soporte, a su vez, a las numerosas aves que viven todo el año en esa zona.

Estos ecosistemas someros, están sometidos al efecto de numerosas actividades humanas que pueden alterar severamente la densidad de los reclutas marinos y la disponibilidad de su alimento. Por ejemplo, la salinidad determina la distribución espacio- temporal de las poblaciones en los estuarios y, por ello, cualquier alteración del patrón espacio-temporal del gradiente salino en estos ecosistemas, debido al manejo de agua dulce desde los embalses, altera la dinámica “natural” de dichas poblaciones. A pesar de ello, no hay un reconocimiento generalizado de la importancia de estos ecosistemas como áreas de “cría natural”, y quizás por la falta de información se siguen transformando, alterando su función principal de cría y refugio de los juveniles de las especies marinas.


¡Aviso! Hidden Nature no se hace responsable de la precisión de las noticias publicadas realizadas por colaboradores o instituciones, ni de ninguno de los usos que se le dé a esta información.

Autor Enrique Gonzalez Ortegon

Enrique González-Ortegón investigador en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucia (CSIC), se licenció en Biología por la Universidad de Sevilla en 2000 y doctoró en Ciencias Marinas por el CSIC y la U. Cádiz en 2008.


Los artículos de la revista Hidden Nature en formato digital, cuentan con el ISSN 2531-0178. Si quieres participar con tus artículos de divulgación científica en nuestra revista, escríbenos a revista@hidden-nature.com